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Las cuestiones de clase en la victoria electoral de Katie Wilson a la alcaldía de Seattle

Katie Wilson, alcaldesa electa de Seattle, habla frente al antiguo Starbucks Reserve Roastery [AP Photo/Lindsey Wasson]

El jueves 13 de noviembre, el actual alcalde de Seattle, Bruce Harrell, admitió su derrota en las elecciones municipales de 2025 frente a la candidata opositora Katie Wilson. El conteo oficial le dio la victoria a Wilson por apenas poco más de 2.000 votos, en unas elecciones con más de 270.000 sufragios emitidos. Tanto Harrell como Wilson son miembros del Partido Demócrata.

La victoria de Wilson en Seattle, poco después de la elección de Zohran Mamdani —miembro de los Socialistas Democráticos de América (DSA, por sus siglas en inglés)— como alcalde de Nueva York, representa la segunda ocasión este año en que alguien que se autodenomina socialista es elegido para liderar una gran ciudad estadounidense.

Existe una enorme indignación contra el sistema bipartidista y el capitalismo en su conjunto, así como un creciente apoyo al socialismo. El voto por Wilson expresa el odio hacia el actual orden socioeconómico y el esfuerzo de trabajadores y jóvenes por combatir la creciente desigualdad social y el brutal ataque a los derechos democráticos promovido por el gobierno de Trump.

Sin embargo, al igual que Mamdani, Katie Wilson no es socialista. Su “plataforma progresista y audaz” se limita a reformas menores, como la construcción de más viviendas asequibles, la provisión de asistencia de emergencia para personas sin hogar, la implementación de impuestos progresivos limitados, cuidado infantil universal y un transporte público más barato en la ciudad.

Incluso estas reformas liberales mínimas son intolerables para la oligarquía y han sido objeto de feroces ataques por parte de los medios capitalistas. El diario The Washington Post, propiedad del multimillonario Jeff Bezos, publicó el domingo por la noche una columna de opinión en la que atacaba la elección de Wilson. La propuesta de Wilson de aumentar modestamente los impuestos para los “mayores ingresos” en Seattle provocó particular indignación, afirmando que “los residentes encuentran la ciudad inasequible porque ha sido durante mucho tiempo un caldo de cultivo de fracasados experimentos sociales progresistas y de impuestos absurdamente altos”.

El periódico, propiedad del fundador de Amazon, empresa con sede en Seattle, también lanzó una amenaza velada: “Grandes empleadores como Amazon, creada por el dueño del Post, Jeff Bezos, han trasladado a miles de trabajadores de Seattle a Bellevue, al otro lado del lago Washington, porque allí es más seguro y amigable”. El Post agregó que los planes de Wilson “acelerarán al mismo tiempo la huida de las empresas y convertirán a la ciudad en un imán para vagabundos y criminales”.

La referencia a los “criminales” busca evocar el apoyo previo de Wilson a reducir en un 50 por ciento el cuerpo policial de Seattle, una posición que adoptó durante las protestas contra el asesinato policial de George Floyd en 2020. Durante un debate electoral, Wilson relativizó esta postura frente a los ataques de Harrell y como gesto de apaciguamiento hacia la élite financiera de la ciudad, declarando: “Yo participé en esa conversación, pero también he aprendido mucho desde entonces”.

La administración Trump respondió a la elección de Wilson amenazando con sacar a Seattle como sede de la Copa Mundial de 2026 el próximo año debido a la elección de su nueva “alcaldesa comunista”.

La carrera política de Wilson comenzó en 2011 cuando cofundó la Transit Riders Union, una organización sin fines de lucro con sede en Seattle que aboga por reformas en el sistema de transporte público, como pases gratuitos o con descuento. Durante la década siguiente, participó en intentos fallidos de instaurar un impuesto progresivo sobre la renta en la ciudad. Este esfuerzo, denominado “Trump Proof Seattle” (Seattle a prueba de Trump), la llevó a formar una coalición con Kshama Sawant, quien en ese momento ocupaba un escaño en el Concejo Municipal de Seattle.

Sawant era entonces miembro de Alternativa Socialista, una organización pseudoizquierdista que opera en la órbita del Partido Demócrata. Aunque la reforma tributaria fue aprobada en el concejo, el resultado fue anulado por los tribunales. Incapaces de movilizar el apoyo de los trabajadores, y en abierta oposición a hacerlo, Wilson y Sawant aceptaron pasivamente esta decisión y continuaron sus trayectorias individuales.

Aunque hasta ahora no había ocupado ningún cargo electivo, la carrera de Wilson en los últimos quince años dentro de las estructuras de poder de Seattle la ha mantenido cercana a empresarios y líderes políticos. Decidió presentarse a las elecciones de 2025 cuando Bruce Harrell se negó a apoyar un impuesto empresarial para financiar un proyecto de vivienda pública.

En respuesta a una pregunta de un periodista de Seattle sobre su política y si era socialista, afirmó serlo, pero declaró: “No estoy aquí ondeando una bandera socialista, porque no soy una persona muy ideológica”. Añadió: “Tampoco estoy segura de que esa etiqueta me ayude en las elecciones generales. Pero sí, no tengo problema en que me llamen socialista”.

Luego compartió con el entrevistador un artículo publicado el 24 de agosto de 2025 en The Atlantic titulado “La verdadera razón por la que los socialistas estadounidenses no ganan”. Comentó: “Kshama, como concejala, intentaba derribar el sistema… pero la alcaldía es una posición ejecutiva. No puedes postularte como alcaldesa y decir que quieres derribar el sistema. Estás pidiendo dirigir el sistema”.

En otras palabras, Wilson está dispuesta a trabajar estrechamente con las actuales instituciones políticas de Seattle.

Durante su campaña contra Harrell, Wilson recibió el apoyo de la mayoría de los representantes del Partido Demócrata en Seattle, incluidos los seis distritos legislativos demócratas y los demócratas del condado de King. En un acto oportunista, la representante federal Pramila Jayapal, que hasta entonces solo había apoyado a Harrell, terminó respaldando a ambos en las elecciones generales.

Por su parte, Harrell contó con un amplio apoyo de otras secciones del aparato demócrata, incluyendo el respaldo del secretario de Transporte de Biden, Pete Buttigieg, el gobernador de Washington Bob Ferguson, el entonces ejecutivo del condado de King, Dow Constantine, y la senadora federal Maria Cantwell (D-WA), multimillonaria del sector tecnológico.

Durante su discurso de victoria la semana pasada, Wilson hizo un llamado a la “unidad” con sus críticos y opositores dentro del establishment. “A todos aquellos que se opusieron a mi elección y que son escépticos respecto a mi liderazgo”, declaró, “esta también es su ciudad. Yo soy una constructora de coaliciones. Estamos en esto juntos”.

Sin duda, muchos trabajadores ven en Wilson un llamado a luchar por sus propios intereses. Pero el verdadero camino a seguir no pasa por el Partido Demócrata, sino por la movilización independiente de todas las secciones de la clase obrera en la lucha por un programa verdaderamente socialista.

Los derechos sociales de la clase trabajadora no pueden conquistarse, ni puede desarrollarse una oposición efectiva a la dictadura de Trump, sin un ataque frontal contra la riqueza de la élite gobernante, incluyendo las empresas con sede en Seattle como Amazon, Microsoft, Apple, Google, Starbucks y otras. Las riquezas mal habidas de estas corporaciones deben ser expropiadas, en una lucha que debe ser dirigida por la clase obrera como parte de un programa revolucionario para derrocar el capitalismo y establecer el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de noviembre de 2025)

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