La publicación de más de 20.000 correos electrónicos relacionados a la herencia de Jeffrey Epstein arroja nueva luz sobre el carácter depravado y criminal de la clase dominante estadounidense. Lo que los documentos revelan no son simplemente las perversiones privadas de un solo individuo, sino el carácter de toda la élite capitalista –sus redes entrelazadas de finanzas, inteligencia, medios de comunicación y política— y la profundidad de su descenso a la podredumbre moral y social.
Epstein operó durante décadas como un intermediario altamente conectado para los ricos y poderosos. Traficó con niñas menores de edad a una clientela que incluía multimillonarios, políticos, diplomáticos y agentes de inteligencia. Estaba en todas partes donde la influencia podía ser obtenida, comerciada y transformada en dinero: enormes cantidades de dinero.
Sus conexiones incluyeron no solo a magnates de Wall Street y destacados políticos estadounidenses, desde Bill Clinton hasta Donald Trump, sino que también se extendieron al extranjero, incluido el expríncipe Andrés, ahora Andrew Mountbatten Windsor, hermano del rey Carlos III. Sus estrechos vínculos personales con el ex primer ministro israelí Ehud Barak y otros funcionarios de alto nivel indican vínculos de larga data con la inteligencia israelí.
Los correos electrónicos recientemente publicados exponen el alcance de la integración de Epstein en los círculos de élite, incluido el contacto regular con altos funcionarios, figuras de los medios, académicos y estrategas de política exterior. También confirman que toda esta capa de la sociedad era muy consciente de sus crímenes y trabajó activamente para encubrirlos.
En ninguna parte es más claro que en la conexión entre Epstein y Donald Trump. Un correo electrónico de 2011 capta a Epstein recordando a Ghislaine Maxwell que una víctima de trata, más tarde identificada como Virginia Roberts Giuffre, había pasado “horas” con Trump en la casa de Epstein, pero que Trump era un “perro que no ha ladrado”: el episodio nunca había sido expuesto públicamente.
Otro conjunto de correos electrónicos de 2015 muestra a Epstein coordinando con el escritor Michael Wolff, autor de una biografía hostil de Trump, sobre cómo usar la información como palanca política, ahora que Trump era candidato a la nominación presidencial republicana. Epstein se jactó de tener fotos de Trump con chicas en bikini en su cocina. En un intercambio, escribió que Trump “sabía todo sobre las chicas”.
Los 20.000 correos electrónicos ahora publicados agregan detalles considerables sobre los crímenes de Epstein, pero fue encontrado ahorcado en su celda en agosto de 2019, en circunstancias que indican fuertemente una decisión de alto nivel de actuar según el adagio: “Los muertos no hablan”.
El Partido Demócrata tuvo una amplia oportunidad a lo largo del Gobierno de Biden para exponer a profundidad la conexión entre Trump y Epstein, pero no lo hizo porque el escándalo también implicaba a demócratas prominentes.
El caso Epstein es en sí de gran significancia. Sin embargo, la decisión de los demócratas de publicar ahora varios de los correos electrónicos más incriminatorios, que mencionan a Trump por su nombre, y la publicidad masiva proporcionada por los medios corporativos, indican que el caso se está reviviendo como un arma en los turbios conflictos dentro de la aristocracia financiera. Estos se refieren principalmente a la guerra contra Rusia en Ucrania y a la conducta imprudente y errática de la política exterior de Trump en general, incluida la imposición de aranceles que están alterando el comercio mundial.
Toda la aristocracia financiera suscribe a los objetivos de la Administración de Trump, pero existe un creciente temor de que Trump sea demasiado odiado y demasiado errático, o demasiado ajeno a los peligros, para llevar a cabo con éxito su programa de guerra de clases. El aumento aparentemente imparable de la deuda pública, los giros en los mercados financieros y el aumento tanto de los despidos como de la inflación son síntomas de una crisis económica de dimensiones globales.
En este contexto, es revelador que los demócratas decidieron rendirse a Trump con respecto al cierre del Gobierno, pero enfrentarlo con el escándalo de Epstein. Después de las protestas “Sin Reyes” y la debacle de las elecciones republicanas del 4 de noviembre, los demócratas eligieron como campo de batalla no la defensa de los empleos y los programas sociales, sino la relación miserable entre Trump y el traficante sexual condenado.
Trump también enfrenta deserciones crecientes dentro del Partido Republicano. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, después de semanas de retraso, anunció abruptamente el jueves que la Cámara de Representantes votará la próxima semana una resolución para obligar al Departamento de Justicia a hacer públicos todos los documentos de Epstein. La revocación de Johnson se produjo después de que quedó claro que el apoyo a la medida había alcanzado una masa crítica.
La medida probablemente será bloqueada por el Senado o vetada por Trump, pero el enfoque en Epstein servirá para ocultar el acuerdo bipartidista sobre el recorte del gasto federal, la agresión de Estados Unidos contra Venezuela y la intensificación de los ataques contra inmigrantes y refugiados.
En cuanto a Trump, las medidas para intensificar masivamente los preparativos para una guerra abierta contra Venezuela están impulsadas en gran parte por la creciente crisis del Gobierno. El jueves por la tarde, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, anunció que el Pentágono estaba lanzando la “Operación Lanza del Sur”, luego de 20 ataques contra Venezuela y Colombia que han asesinado al menos a 76 civiles desarmados.
No sería la primera vez que un Gobierno estadounidense ha tratado de hacer frente a los problemas internos, y crear el marco para un asalto masivo a los derechos democráticos, a través de la agresión militar.
La clase trabajadora no debe estar detrás de ninguna de las facciones en esta lucha dentro de la clase dominante. El caso Epstein no solo acusa a Trump, sino a toda la burguesía. Pone al descubierto la fisonomía corrupta de una clase dominante que hace mucho tiempo abandonó cualquier conexión con los principios democráticos o el progreso social. Ha entregado el poder a mafiosos, estafadores y depredadores.
La clase obrera debe intervenir en la creciente crisis política sobre la base de sus propios intereses, a través de su propio programa. Los crímenes de Epstein son manifestaciones de un sistema social que defiende la propiedad privada, el privilegio de clase y el monopolio político de una élite corrupta. El mismo sistema que cubrió a Epstein ahora está librando una guerra en el extranjero, reduciendo los cupones de alimentos para decenas de millones y desatando a la policía y las agencias de inteligencia para reprimir a la oposición en el país.
El caso Epstein no se trata simplemente del pasado. Se trata del presente y el futuro. La élite gobernante está moral y políticamente en quiebra. No se puede reformar ni se puede hacer rendir cuentas a través de las instituciones existentes. Tiene que ser derrocada. Lo que se requiere es un movimiento de la clase trabajadora, armado con un programa socialista revolucionario, para poner fin a la oligarquía y construir una sociedad basada en la igualdad, la verdad y la dignidad humana.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de noviembre de 2025)
