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Las “píldoras venenosas” extienden la guerra comercial de Trump

Uno de los pilares centrales de la agenda de política económica del gobierno de Trump ha sido la imposición de aranceles generalizados contra amigos y enemigos por igual, especialmente después de la implementación de los “aranceles recíprocos”, anunciados el 2 de abril.

El presidente Donald Trump habla durante un evento para anunciar los nuevos aranceles en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, el 2 de abril de 2025. [AP Photo/Mark Schiefelbein]

Según Trump, sus funcionarios y acólitos, los ingresos generados por estos aranceles reducirán el déficit presupuestario de EE. UU., su endeudamiento récord, financiarán recortes impositivos para las corporaciones y los ricos, crearán empleos, aumentarán los salarios y, en general, crearán las condiciones para una nueva “edad dorada” del capitalismo estadounidense.

Trump ha presumido constantemente de las centenas de miles de millones de dólares que, según él, están entrando en las arcas del Estado, revirtiendo así la situación anterior en la que supuestamente Estados Unidos era “estafado” por el resto del mundo.

Pero en la Corte Suprema, el miércoles pasado, el procurador general D. John Sauer, representando al gobierno, cantó una melodía muy distinta. La ocasión fue una apelación del régimen de Trump ante la Corte para anular fallos de dos tribunales inferiores que habían dictaminado que los aranceles recíprocos impuestos o amenazados bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA, por su sigla en inglés) de 1977 son ilegales.

Sauer argumentó que generar ingresos no era el propósito principal de dichos aranceles.

“Estos son aranceles regulatorios. No son aranceles recaudatorios. El hecho de que generen ingresos es solo algo incidental. Los aranceles serían más efectivos, por así decirlo, si nadie jamás los pagara”, afirmó.

La razón de este cambio de posición fue intentar eludir el argumento legal de que Trump excedió sus facultades bajo la IEEPA, ya que dicha ley no menciona aranceles ni sinónimos como tasas, tributos o impuestos.

El eje del argumento de Sauer era que los aranceles recíprocos no eran una cuestión de recaudación, sino parte de la conducción de la política exterior, y por tanto estaban bajo la autoridad del presidente.

“Si la amenaza de imponer esos aranceles lleva a China y a nuestros demás socios comerciales en todo el mundo a cambiar su comportamiento de manera que aborde este asunto, entonces ese es el uso más efectivo de esta política”, sostuvo.

El cambio de argumento por parte de Sauer durante la audiencia —en su presentación inicial el gobierno había sostenido que ser obligado a devolver los aranceles causaría una devastación económica— es otro ejemplo de la habilidad del régimen de Trump para decir que el blanco es negro hoy y lo contrario mañana.

Pero había un elemento de verdad en las declaraciones de Sauer.

La cuestión no es la recaudación generada, sino la manera en que estos aranceles pueden ser utilizados para alcanzar objetivos de política exterior, sobre todo en la guerra económica contra China. Esta incluye no solo medidas dirigidas directamente contra Beijing, sino también el intento de romper los lazos económicos y comerciales que numerosos países mantienen con China, especialmente en el sudeste asiático.

Esto queda claro en un informe publicado la semana pasada por el experto en comercio internacional Simon Evenett, en el que examinó detalladamente los “acuerdos” —más similares a dictados mafiosos— firmados entre EE. UU. y Malasia y Camboya a finales del mes pasado.

Ambos contienen lo que se denomina cláusulas de “píldoras venenosas”, que estipulan represalias por parte de EE. UU. si cualquiera de estos países firma un pacto o acuerdo con otro país o grupo de países que Washington considere contrario a sus intereses económicos o de seguridad nacional.

Estas cláusulas de “píldora venenosa”, es decir, restricciones a las relaciones con terceros países, no son nuevas. El primer gobierno de Trump las incluyó en el acuerdo de 2018 con México y Canadá. Sin embargo, en ese entonces, se referían a relaciones con una “economía no de mercado” (esencialmente China) y requerían una serie de procedimientos antes de ser invocadas.

Siete años después, tales procedimientos han sido eliminados. El acuerdo con Malasia indica que será revocado si el país firma un acuerdo que “ponga en peligro intereses esenciales de EE. UU.”. Con respecto a Camboya, el texto se refiere a cualquier acuerdo con un tercero que “constituya una amenaza material a la seguridad económica o nacional” de Estados Unidos.

En el caso de Malasia, explica Evenett en su informe, la cláusula “establece una terminación directa con la reimposición explícita de los aranceles como remedio. Estados Unidos puede ‘terminar este Acuerdo y restablecer la tasa arancelaria recíproca establecida en la Orden Ejecutiva 14257 del 2 de abril de 2025’”.

En otras palabras, las reducciones arancelarias aplicadas por EE. UU. desde sus niveles iniciales elevados se revertirían y se desencadenaría el impacto devastador de las medidas del 2 de abril.

En el caso de Camboya, que envía aproximadamente un 42 por ciento de sus exportaciones a EE. UU., la redacción es ligeramente distinta y no menciona directamente la orden ejecutiva del 2 de abril. Pero no cabe duda de que la imposición del arancel del 49 por ciento declarado en esa fecha pende sobre el país como una espada de Damocles.

Evenett destacó las implicaciones de estas nuevas cláusulas de “píldora venenosa”.

“Dado que el término ‘intereses esenciales de EE. UU.’ no está definido en el texto del acuerdo”, escribió, “Estados Unidos conserva la potestad unilateral para determinar qué países y qué acuerdos representan tales amenazas”.

Y se están sentando las bases para extender estas medidas.

“La inclusión de cláusulas de píldora venenosa en los acuerdos con Malasia y Camboya sienta un precedente que podría afectar las negociaciones de EE. UU. con otros países. Si estas cláusulas se convierten en práctica estándar, los países que negocien futuros acuerdos estarán bajo una mayor presión para aceptarlas”.

A largo plazo, señaló, “las cláusulas de píldora venenosa transforman los acuerdos comerciales, de ser meramente acuerdos de comercio, en herramientas para gestionar la orientación más general de la política económica exterior de los países socios”.

Eso es cierto, aunque dicho en términos bastante suaves. En esencia, lo que busca establecer el régimen de Trump es una especie de dictadura económica, en la cual, bajo la amenaza de una devastación económica, los países que buscan acuerdos comerciales con EE. UU. sean reducidos a una versión del siglo XXI del estatus semicolonial.

En el contexto más inmediato, como señaló Evenett, las cláusulas de píldora venenosa están diseñadas para poner fin a las estrategias de “equilibrio” empleadas por varios países que intentan maniobrar ante la creciente guerra económica lanzada por EE. UU. contra China —prometiendo apoyo al papel estadounidense de supuesta garantía de seguridad regional mientras mantienen vínculos económicos vitales con China—.

Esta táctica quedó en evidencia cuando se firmaron los acuerdos impuestos a Malasia y Camboya.

China y los miembros de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) firmaron un protocolo para actualizar su zona de libre comercio, lo cual, según el primer ministro chino Li Qiang, demuestra el “compromiso compartido de apoyar firmemente el multilateralismo y el libre comercio” ante los “serios desafíos” al sistema comercial y económico internacional.

Estados Unidos, sin embargo, está decidido a romper estas conexiones. Como dijo Evenett al periódico Financial Times, EE. UU. está intentando “reconfigurar la ‘fábrica Asia’ [que ha fortalecido sus vínculos económicos con China] desarrollada en las últimas décadas”.

Otro paso en la misma dirección es la presión por parte de EE. UU. para imponer un arancel de “transbordo” del 40 por ciento a los productos que considera de fabricación principalmente china, pero que son enviados a EE. UU. desde países del sudeste asiático.

Las recientes conversaciones cumbre entre Trump y el presidente chino Xi Jinping fueron recibidas con alivio por la aparente “tregua” en la guerra económica —al menos por un año—. Pero, de hecho, como revelan las cláusulas de píldora venenosa incluidas en dos acuerdos importantes, esta se está intensificando.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de noviembre de 2025)

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