¿Cómo terminó la guerra civil estadounidense? Según la versión escolar, la guerra “terminó” el 9 de abril de 1865 en Appomattox Court House, cuando Robert E. Lee rindió su Ejército del Norte de Virginia y Ulysses S. Grant liberó al ejército enemigo con sus caballos y permitió a sus oficiales conservar sus armas de fuego cortas.
Pero como señala Michael Vorenberg en su libro Lincoln’s Peace: The Struggle to End the American Civil War (La paz de Lincoln: la lucha por poner fin a la Guerra Civil estadounidense), de Michael Vorenberg (Knopf, 2025), esa fecha final —promovida entre otros por los defensores de la Causa Perdida— es engañosa. Vorenberg, profesor en la Universidad de Brown, es autor de varios textos históricos centrados en la lucha política por la emancipación de los esclavos, como The Emancipation Proclamation: A Brief History with Documents y Final Freedom: The Civil War, the Abolition of Slavery, and the Thirteenth Amendment. Su obra más reciente comienza tirando del hilo de una aparentemente técnica cuestión legal relacionada con el cálculo de las pensiones de soldados, hasta desenmarañar una gran pregunta histórica con enormes implicaciones políticas contemporáneas.
Después de Appomattox
En ese momento, la rendición de Lee el 9 de abril no señalaba de forma definitiva que la guerra hubiera terminado. Aunque fue un golpe para la Confederación, los términos de la rendición del Ejército del Norte de Virginia no abordaban la base política para el fin de la guerra, y Grant sabía bien que no tenía autoridad para discutir términos que solo el liderazgo civil en Washington podía definir. En sus memorias, Grant recuerda que se reunió con Lee al día siguiente bajo bandera de tregua, y que “Lee me dijo que el Sur era un país grande y que quizás tendríamos que marchar sobre él tres o cuatro veces antes de que la guerra terminara del todo, pero que ahora podríamos hacerlo porque ya no podían resistirnos”.
El liderazgo sureño, por su parte, inicialmente prometió seguir luchando tras enterarse de la rendición de Lee. El Ejército de Tennessee, a cargo del general Joseph E. Johnston, llevaba semanas evadiendo a Sherman por Carolina del Norte, y Lee se había negado a la solicitud de Grant de que usara su autoridad para instar a los demás ejércitos confederados a rendirse. De hecho, como explica Vorenberg, los combates y enfrentamientos continuaron durante semanas mientras elementos dentro de la Confederación intentaban, como último recurso, llegar a un acuerdo con el emperador francés de México, Maximiliano, para preservar la esclavitud en al menos algunas regiones remotas del sur de Estados Unidos. Y cinco días después de Appomattox, la rama ejecutiva del gobierno federal fue descabezada: Lincoln había muerto.
El 18 de abril, Johnston y Sherman se encontraron afuera de Durham, Carolina del Norte, para discutir una posible rendición del ejército de Johnston. Como explica Vorenberg, el tratado propuesto por Johnston “disolvería todos los ejércitos confederados” y “restauraría el gobierno civil en el Sur”. Pero el gobierno federal “reconocería los gobiernos de los estados secesionistas siempre y cuando sus legislaturas y líderes prometieran lealtad a la Unión”. Si “cuerpos competidores reclamaban ser el verdadero gobierno de un estado, la Corte Suprema de EE.UU. resolvería el conflicto”. Jefferson Davis conoció los términos y escribió a su esposa Varina que estos liberaban al Sur de una “humillación gratuita”. Le escribió a Johnston el 24 de abril que aprobaba los términos.
En Washington, el secretario de Guerra Edwin Stanton —quien representaba el ala izquierda del gabinete del entonces presidente Johnson— se enteró de los términos propuestos en plena madrugada del 21 de abril. Inmediatamente convocó una reunión de gabinete de emergencia. Si se aceptaban los términos del acuerdo entre Sherman y Johnston (o algo parecido), Stanton temía que los estados pudieran “restablecer la esclavitud”.
Si los estados del Sur eran reintroducidos en la Unión, sus gobiernos contarían para alcanzar el número total de estados exigido para ratificar las Enmiendas de la Guerra Civil —la Enmienda 13 que abolía la esclavitud (la cual en abril de 1865 aún no había sido ratificada por los estados), y las Enmiendas 14 y 15. Estas tres enmiendas juntas consumaron lo que James McPherson ha denominado la Segunda Revolución Americana.
Si y cómo integrar a los estados secesionistas
La posición de Lincoln respecto al proceso que más adelante se conocería como “Reconstrucción” se resumía en una frase de sus días en la pradera, en la que instaba a que el Norte “los dejara ir con suavidad”, como un luchador victorioso, dado que la pelea estaba llegando a su fin. Lincoln expresó a los líderes militares que no presentaría objeciones si los jefes de la Confederación lograban escapar atravesando sus líneas y salían del país. Su postura parecía contradecir lo que había declarado en su Segundo Discurso Inaugural, proclamando que “cada gota de sangre derramada por el látigo deberá ser pagada con otra derramada por la espada”. La opinión pública del Norte clamaba por “colgar a Jeff Davis de un manzano silvestre”.
Los republicanos radicales como Thaddeus Stevens en la Cámara de Representantes y Charles Sumner en el Senado afirmaban que los estados del Sur debían permanecer bajo control militar hasta que la Esclavocracia fuera aplastada y expropiada. Su concepción era que los estados habían cometido suicidio legal, y que la garantía constitucional de un “gobierno republicano” significaba que el gobierno federal —y el Congreso en particular— tenía la obligación constitucional de imponer condiciones a los estados del Sur antes de reintegrarlos al cuerpo político nacional.
En un artículo de 1863 que Sumner publicó anónimamente en The Atlantic, explicaba con elocuencia: “Cuando un estado deja de mantener un gobierno republicano… deja de ser un estado constitucional”. Como resultado, “no hay nada en la reserva de la paz, y no hay nada en el arsenal de la guerra, que [el Congreso] no pueda emplear…”.
Vorenberg señala que el 9 de mayo de 1865, el presidente Johnson emitió dos declaraciones: una reconociendo como legítimos a los gobiernos pro-Unión de Virginia, Tennessee, Luisiana y Arkansas; y otra poniendo al Sur entero bajo control del presidente, con el ejército estadounidense asumiendo el control de los asuntos civiles.
Pero los combates continuaron después de la fecha de esa proclamación. Mientras tanto, Jefferson Davis intentaba escapar a México o Cuba, mientras que ejércitos confederados dirigidos por Nathan Bedford Forrest (futuro líder del KKK) y Edmund Kirby Smith prometían seguir peleando con decenas de miles de soldados, en su mayoría ubicados al oeste del Misisipi. Aunque Davis fue capturado ignominiosamente y los combates comenzaron a extinguirse a finales de 1865, el año 1866 trajo consigo el espectro de una violencia horrible contra negros liberados y republicanos, combinada con un giro del presidente Johnson hacia los sectores más reaccionarios del Sur. Aunque la Enmienda 13 fue ratificada por las tres cuartas partes de las legislaturas estatales en diciembre de 1865 (incluyendo los gobiernos leales de Carolina del Sur, Alabama, Carolina del Norte y Georgia), la Enmienda 14 fue aprobada por el Congreso en junio de 1866 y enviada a los estados para su ratificación ese mismo mes.
En mayo y julio de 1866, se produjeron pogromos contra negros liberados en Memphis y Nueva Orleans, respectivamente, dejando entre 70 y 250 muertos y subrayando el peligro persistente de reacción política, alimentado por el Partido Demócrata. Vorenberg destaca que el 20 de agosto de 1866, tres semanas después de la masacre en Nueva Orleans, Johnson emitió una proclamación declarando que “la insurrección ha terminado” y que “la paz, el orden, la tranquilidad y la autoridad civil existen ahora y en toda la extensión de los Estados Unidos de América”. Aunque el combate había cesado, la Enmienda 14 aún no había sido ratificada, mientras el presidente forjaba una alianza con la derrotada Esclavocracia.
Las Enmiendas de la Guerra Civil y la Ley de Reconstrucción: la culminación política de la conquista militar
Para Vorenberg, la respuesta a la pregunta sobre cuándo terminó la guerra, desde el punto de vista político, parece estar en la aprobación de la Ley de Reconstrucción en marzo de 1867, la cual estipulaba que los estados permanecerían bajo control militar a menos y hasta que ratificaran la Enmienda 14, otorgaran el derecho al voto a los hombres negros liberados y prohibieran a los insurrectos ocupar cargos públicos.
Aunque Vorenberg señala que “La Ley de Reconstrucción no resolvió todas, ni siquiera la mayoría de las cuestiones relacionadas con el fin de la guerra”, afirma que “sí proporcionó respuestas claras a dos de esas preguntas. Primero, resolvió quién estaba a cargo de la guerra: el Congreso, no el presidente. Segundo, especificó cuándo terminaría la guerra. Sería en el día en que todos los antiguos estados de la Confederación estuviesen representados en el Congreso. En otras palabras, cuando todos los antiguos estados rebeldes hubieran cumplido con las condiciones impuestas por la Ley de Reconstrucción, la guerra habría terminado”.
Esto es correcto en el siguiente sentido: Las tareas políticas de la guerra civil estadounidense —la segunda revolución burguesa— culminaron en las Enmiendas 13, 14 y 15 de la Constitución, logradas con la ayuda de la Ley de Reconstrucción. La noción de que el Congreso podía imponer condiciones para la reincorporación de los estados a la Unión, basada en la teoría del “suicidio estatal” de Sumner y Stevens, fue un elemento crítico en la codificación legal de las conquistas militares del ejército de la Unión. Si la abolición, el poder del Congreso para hacer cumplir la ley, la igualdad de protección, la ciudadanía por nacimiento y el sufragio masculino se hubieran dejado como actos del Congreso, habrían estado sujetos a una revocación por mayoría simple de futuros congresos.
Sin embargo, el epílogo de Vorenberg cae en ambigüedad de una forma que socava el contenido importante de su estudio. Se refugia en abstracciones académicas, señalando que “el movimiento para repensar los límites temporales y espaciales de la guerra civil está ganando terreno.” Se refiere a la violencia de extrema derecha durante la era de la Reconstrucción contra afroamericanos liberados haciendo una comparación errónea con las guerras imperialistas contemporáneas:
No existe consenso sobre cómo debe llamarse esta fase —¿una guerra de Reconstrucción? ¿una guerra contra la insurgencia? ¿una guerra de ocupación?— o cuánto tiempo duró. No es coincidencia que los debates recuerden a aquellos sobre los nombres y fechas apropiados de las guerras recientes de EE.UU. en Irak y Afganistán. Como siempre, el presente moldea el pasado. También lo hará el futuro. No hemos terminado de hacer la pregunta: ¿cuándo terminó la guerra civil?
Esto deja abierta la puerta a una postura (predilecta entre radicales de clase media y defensores de la política identitaria) que señala que los objetivos políticos de la guerra permanecieron sin resolver; que incluso si la esclavitud fue abolida legalmente, las tareas de la revolución burguesa están inconclusas. Pero si esto fuera cierto, implicaría que existe una facción de la clase dirigente estadounidense con tareas progresistas por cumplir. Sin embargo, toda cuestión contemporánea —desde el genocidio del pueblo palestino y una guerra mundial en ascenso, hasta la creciente desigualdad social, la pandemia de COVID-19 y los esfuerzos del gobierno de Trump por establecer una dictadura— demuestra que no existe una oposición genuina a la destrucción de la democracia por parte de ninguna fracción de la clase dominante. A diferencia de la década de 1860, no existe ningún representante político progresista del capitalismo estadounidense.
Debe extraerse una lección política fundamental de este hecho histórico: la tarea de defender la esencia democrática e igualitaria de la revolución y la guerra civil estadounidenses recae en la clase trabajadora. Marx comprendió esto ya en 1865. Como escribió a Lincoln en nombre de la Primera Internacional ese año: “Los obreros de Europa están seguros de que, así como la Guerra de Independencia estadounidense inauguró una nueva era de ascenso para la clase media, así también la Guerra contra la Esclavitud en Estados Unidos lo hará para la clase trabajadora”.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 25 de septiembre de 2025)