El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) votó el lunes, con 13 votos a favor y ninguno en contra, para aprobar el llamado “plan de paz” para Gaza del dictador en ciernes Donald Trump, que incluye la creación de una “junta de paz” de estilo colonial para supervisar el territorio. El abrumador apoyo dado al plan, que pisotea los derechos democráticos y el derecho mismo del pueblo palestino a existir, se produjo al tiempo que Israel continúa bombardeando blancos en Gaza y Líbano con total impunidad.
La resolución fue presentada por Estados Unidos, principal proveedor de armas y apoyo político del régimen sionista durante su genocidio de dos años contra los palestinos. El documento elogió a Trump, calificando su propuesta como un acuerdo “histórico” que representa un “nuevo rumbo en Medio Oriente para israelíes, palestinos y todos los pueblos de la región”.
Además, el CSNU autorizó la creación de una “fuerza internacional de estabilidad” para vigilar Gaza en nombre de las potencias imperialistas y dio el aval de la ONU para la formación de la no electa “junta de paz” (BoP, por sus siglas en inglés) de Trump para dictar el futuro de Gaza. Trump presidirá esta entidad, en la que también participará el criminal de guerra no imputado Tony Blair. La fuerza internacional de estabilidad no rendirá cuentas a ninguna institución reconocida internacionalmente, sino que estará bajo supervisión directa de Trump, y la resolución establece que la fuerza militar se “desplegará bajo mando unificado aceptable para la BoP”.
Como si esto no fuera ya una ofensa suficiente, la resolución también elogió el “papel constructivo de los Estados Unidos de América” por “haber facilitado el alto el fuego”.
La realidad es que el imperialismo estadounidense facilitó el genocidio del pueblo palestino. Las administraciones de Biden y Trump suministraron al régimen sionista decenas de miles de millones de dólares en armamento de alta capacidad desde que Israel lanzó su ofensiva sobre Gaza en octubre de 2023. Las autoridades estadounidenses y todas sus potencias aliadas reprimieron violentamente las protestas contra el genocidio, intentando desprestigiarlas bajo acusaciones de “antisemitismo”. Trump sostuvo numerosas reuniones con el criminal de guerra y primer ministro israelí Benjamín Netanyahu para supervisar el genocidio en curso, mientras garantizaba que la orden de arresto pendiente contra Netanyahu emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) no se ejecutara. Todo esto, tras décadas en las que Washington desempeñó un papel decisivo en la persecución y desposesión implacable del pueblo palestino por parte de Israel.
Subrayando el respaldo del CSNU a todos estos crímenes y a la continuación de los ataques y el hambre impuestas por Israel sobre los palestinos, la resolución incluyó como anexo, en su totalidad, el “plan de paz” de Trump.
La absurda caracterización del plan del gobierno de Trump como un acuerdo de paz quedó desenmascarada en los días posteriores a la votación del lunes en la ONU. Solo el miércoles, Israel mató al menos a 25 personas en la Franja en una serie de ataques aéreos, que el régimen sionista alegó haber lanzado tras disparos contra soldados que no causaron heridos. Desde que entró en vigor el plan de Trump el mes pasado, Israel ha asesinado a unos 280 palestinos en Gaza y ha seguido apoyando la violencia desenfrenada de colonos de ultraderecha para anexar tierras en Cisjordania.
Israel sigue bloqueando sistemáticamente la ayuda humanitaria hacia Gaza, muy por debajo de las 600 entregas diarias prometidas al inicio del alto el fuego. También realiza asesinatos sangrientos de civiles palestinos cada vez que se alega alguna “violación” de las nuevas líneas de control trazadas unilateralmente por Estados Unidos en consulta con Israel, que permiten a las Fuerzas de Defensa de Israel mantener una presencia sustancial en Gaza.
El gobierno fascista de Israel, dirigido por Netanyahu, también lanzó ataques aéreos el martes por la noche sobre un campo de refugiados palestinos en el sur del Líbano, matando a 13 personas. Tras haber asesinado a unas 4.000 personas en Líbano durante la ofensiva aérea y terrestre del año pasado en el sur del país, Israel ha continuado lanzando casi a diario ataques aéreos contra supuestos objetivos de Hezbolá desde la tregua alcanzada a finales de noviembre de 2024. La ONU ha verificado 100 víctimas civiles en Líbano durante este período de supuesta “paz”.
La votación de la ONU del lunes representa otra devastadora exposición del callejón sin salida que representa la política de protestas, que ha guiado a las dirigencias de las manifestaciones contra el genocidio en todo el mundo desde 2023. La indignación de millones de personas fue canalizada equivocadamente hacia los ruegos a la ONU y a las conciencias de los políticos para que reconsideraran su apoyo al exterminio imperialista del pueblo palestino y adoptaran una política diferente.
Pero la unanimidad con que se ha adoptado el “plan de paz” de Trump subraya que no se trata meramente de una cuestión de políticas, sino de la prosecución de intereses geoestratégicos y económicos definidos por todas las potencias imperialistas. Consideran que la consolidación de un Medio Oriente dominado por Estados Unidos es la mejor forma de marginar a rivales como China y Rusia, al mismo tiempo que buscan avanzar despiadadamente sus intereses particulares en un conflicto interimperialista sobre cómo repartirse el botín.
En cuanto a los regímenes capitalistas de Moscú y Beijing, eligieron dejar pasar la resolución de Trump absteniéndose en la votación, cuando cualquiera de los dos podía haberla vetado. Parte de su motivación fue el papel despreciable de todos los regímenes árabes despóticos, que han respaldado el plan de Trump, pero que también son importantes socios comerciales y fuentes de inversión para Rusia y China. Sin embargo, la razón más fundamental es que tanto los regímenes de Putin como de Xi representan los intereses de oligarquías que no quieren nada más que un acuerdo con el imperialismo para asegurarse una porción del botín en el nuevo reparto del mundo y el “derecho” a seguir explotando brutalmente a su propia clase obrera.
La votación del CSNU confirma una vez más la vigencia del calificativo de Lenin sobre la Sociedad de Naciones, predecesora de la ONU, como una “cocina de bandidos” del imperialismo. En los últimos dos años, la ONU ha emitido una serie de informes y declaraciones condenando la barbarie del genocidio israelí contra los palestinos. Figuras como la relatora especial sobre los territorios palestinos Francesca Albanese, el alto comisionado para los derechos humanos Volker Türk, e incluso hasta cierto punto el secretario general António Guterres, han denunciado al régimen sionista por su matanza indiscriminada de civiles, el uso del hambre como arma de guerra, la expulsión forzosa de millones de palestinos y la destrucción intencionada de hospitales y otra infraestructura social. Netanyahu y sus ministros fascistas han atacado rutinariamente a la ONU calificándola de agencia de “Hamás” y han negado el acceso al país a muchos de sus funcionarios. Pero, al final, la ONU —como ya lo hizo en la destrucción de Irak, Yugoslavia, Libia y otros objetivos de guerra imperialista— ha legitimado el genocidio en Gaza.
La lección urgente que deben sacar los trabajadores y jóvenes que participaron en las protestas contra el genocidio a partir de la votación de la ONU y de toda la experiencia de estos dos años de genocidio es que la clase obrera internacional es la única fuerza social capaz de encabezar una lucha efectiva contra la barbarie capitalista. El genocidio en Gaza es una expresión de los métodos bárbaros que las potencias imperialistas y sus sabuesos están dispuestos a emplear en la lucha por un nuevo reparto del mundo. Enraizados en el sistema capitalista en crisis, ni el genocidio ni la guerra pueden detenerse mediante apelaciones morales a los políticos responsables de estos crímenes, sino solo con el derrocamiento del capitalismo y su reemplazo por el poder obrero y el socialismo.
La teoría de la revolución permanente de Trotsky nunca ha sido tan relevante como hoy, tanto para los palestinos como para la clase obrera en los centros imperialistas. El colíder de la Revolución Rusa junto a Lenin insistió en que todas las aspiraciones democráticas y sociales pendientes en los países oprimidos solo pueden realizarse bajo la dirección de la clase obrera en lucha por el socialismo. En el contexto del Medio Oriente, esto implica la lucha por la independencia política de los trabajadores y campesinos pobres respecto a todas las facciones de la burguesía, y el desarrollo de la alianza de lucha más estrecha con la clase trabajadora en los centros imperialistas de América del Norte y Europa. Solo sobre esta base pueden las masas palestinas garantizar sus derechos en la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Medio Oriente, un programa que depende de la victoria de la clase obrera contra el imperialismo a nivel mundial y la transformación socialista de la sociedad.
(Publicado originalmente en ingles el 20 de noviembre de 2025)
