El gobierno dictatorial y derechista del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky tambalea tras la revelación de un enorme escándalo de corrupción por 100 millones de dólares. Hasta el momento, dos ministros del gabinete se han visto obligados a dimitir y un exsocio comercial de Zelensky ha sido sancionado.
El escándalo se dio a conocer el lunes pasado cuando la Oficina Nacional Anticorrupción de Ucrania (NABU, por sus siglas en inglés) y la Fiscalía Anticorrupción Especializada (SAP) anunciaron que tras una investigación de quince meses se había descubierto que varios altos funcionarios del gobierno estaban involucrados en un esquema de malversación relacionado con Energoatom, la empresa estatal de energía nuclear.
La ministra de Energía, Svitlana Hrynchuk, y el ministro de Justicia, Herman Halushchenko, se vieron obligados a renunciar; supuestamente, recibieron pagos de sobornos equivalentes al 10–15 por ciento del valor de los contratos por parte de contratistas encargados de construir fortificaciones en la infraestructura energética de Ucrania.
Otros supuestos cómplices en el entramado incluyen al ex viceprimer ministro Oleksiy Chernyshov y a Timur Mindich, un estrecho colaborador de Zelensky y copropietario del antiguo estudio de televisión de Zelensky, Kvartal 95. Se informó que Mindich fue alertado sobre el allanamiento y ya había huido del país rumbo a Israel.
Mindich y su otro socio comercial cercano, el oligarca ucraniano Igor Kolomoisky, fueron fundamentales para llevar al excomediante Zelensky al poder durante las elecciones presidenciales de 2019. Zelensky incluso utilizó el vehículo blindado personal de Mindich durante la campaña. Zelensky también era propietario de un lujoso apartamento en el mismo edificio donde vivía Mindich, en el que los investigadores de la NABU hallaron un baño chapado en oro construido por Mindich. La posibilidad de que Zelensky no supiera nada sobre el esquema masivo de malversación que involucraba a ministros de su propio gobierno es altamente improbable.
Además de Mindich, el ex vice primer ministro Oleksiy Chernyshov, conocido por ser amigo y aliado de Zelensky, fue acusado por la NABU de recibir más de 1,2 millones de dólares en efectivo.
Tras la indignación pública generada por la descarada corrupción, Zelensky se apresuró a sacrificar a sus antiguos aliados, exigiendo el miércoles pasado la renuncia tanto de Halushchenko como de Hrynchuk y expulsándolos del consejo de seguridad.
La primera ministra, Yulia Svyrydenko, había anunciado inicialmente la “suspensión” de Halushchenko, medida que fue inmediatamente criticada por las llamadas organizaciones de la “sociedad civil” ucraniana, las cuales reciben amplios fondos de gobiernos occidentales. Poco después, Zelensky procedió a destituir definitivamente a Halushchenko.
Zelensky también sancionó a Mindich en un intento desesperado de distanciarse de su antiguo socio comercial y amigo personal.
Existe una gran preocupación en el aparato estatal ucraniano y entre la clase dominante de que el gobierno de Zelensky, envuelto en escándalos, pueda derrumbarse o perder tanto prestigio que no sea capaz de continuar la guerra por delegación respaldada por la OTAN contra Rusia.
El banquero de inversión y comentarista político ucraniano, Serhiy Fursa, declaró al Financial Times: “No podemos permitir que el presidente ucraniano ni su gobierno pierdan los últimos vestigios de legitimidad durante la guerra. De lo contrario, corremos el riesgo de perder el Estado igual que en la Primera Guerra Mundial, cuando la deserción en el frente se sumó a la desesperación masiva y a la discordia política”.
La magnitud del escándalo se ve agravada por el hecho de que, en julio pasado, Zelensky —probablemente consciente de la corrupción y el saqueo endémicos en su gobierno— intentó reducir el poder de la NABU y la SAP, lo que provocó las protestas más grandes en todo el país desde el inicio de la guerra por delegación respaldada por la OTAN en febrero de 2022.
Según Zelensky, despojar a la agencia de su independencia era necesario para combatir la “influencia rusa”. Al mismo tiempo, los servicios de inteligencia ucranianos (SBU), alineados con Zelensky, realizaron redadas en la NABU con el supuesto fin de arrestar a espías rusos.
Como resultado de la indignación popular y de la presión de sus patrocinadores occidentales —quienes respaldan firmemente a la NABU como instrumento para controlar el aparato político interno de Ucrania—, Zelensky se vio finalmente obligado a dar marcha atrás y retirar su intento de controlar la NABU. Sin embargo, los mismos escándalos que intentaba prevenir mediante dicho control han estallado, sacudiendo a su gobierno justo cuando las fuerzas rusas siguen avanzando y el apoyo interno a la guerra se deteriora.
El expresidente Petro Poroshenko, principal rival político de Zelensky y líder del partido opositor Solidaridad Europea, exigió la renuncia del gobierno de Zelensky y la formación de un gobierno de coalición por parte de los líderes opositores.
“Ucrania ha caído en una tormenta política peligrosa… Esta crisis creciente requiere una respuesta inmediata y la unificación de todas las fuerzas sanas de la sociedad. A lo largo de nuestra historia, en los tiempos más difíciles, fue el Parlamento el que asumió la responsabilidad y defendió la Constitución y el Estado. Hoy, los diputados de diferentes bancadas tienen la oportunidad de dar un paso histórico, detener el caos que está destruyendo al país y devolverles a los ucranianos un sentido de justicia. Por eso, Solidaridad Europea impulsa la renuncia del Gabinete de Ministros. El gobierno comprometido debe dimitir, y el Parlamento debe formar una nueva coalición. Una que, a su vez, designe al nuevo gobierno, no en base a la lealtad personal o afiliación política, sino en función del profesionalismo, patriotismo y responsabilidad. Un gobierno capaz de enfrentar los desafíos que enfrenta el Estado. Las autoridades —tanto la Oficina del Presidente como la monomayoría— deben asumir responsabilidad política por sus nombramientos”, escribió Poroshenko en el sitio web de Solidaridad Europea.
Poroshenko —quien continúa visitando regularmente a los patrocinadores imperialistas de Ucrania en la UE— ha sido acusado en múltiples investigaciones por corrupción y protagonizó un escándalo similar en 2019 al que ahora enfrenta Zelensky.
Zelensky utilizó la lucha contra la “corrupción” como parte central de su campaña como la persona de afuera política para vencer a Poroshenko, quien, además de estar plagado de escándalos, era ampliamente despreciado por su promoción del nacionalismo derechista y el militarismo.
“Los políticos modernos están atados a viejos rencores, al nepotismo y a proyectos empresariales y son incapaces de cambiar a Ucrania”, dijo Zelensky sobre Poroshenko en 2019.
Tras su elección, en solo los primeros dos años de su presidencia, unas 30 personas vinculadas a la familia de Zelensky o a su antigua compañía de comedia fueron nombradas en altos cargos, según Bihus.Info.
Aunque el escándalo de corrupción es sin duda un reflejo de las luchas internas dentro del aparato estatal y de la clase dominante ucraniana, también tiene el potencial de sacar a la luz una inmensa oposición social que ha estado agazapada justo bajo la superficie.
Una encuesta realizada durante el verano reveló que el 70 por ciento de los ucranianos cree que sus dirigentes utilizan la guerra —la cual se estima ha costado cientos de miles de vidas— para enriquecerse. Las últimas revelaciones confirman tajantemente lo que los trabajadores ya sabían: mientras la clase obrera ucraniana muere en masa en el frente, la clase dominante ucraniana —altamente interconectada— se enriquece saqueando al Estado por cientos de millones en un país donde el salario mensual promedio es apenas de 660 dólares. Mientras tanto, desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, Ucrania ha recibido unos 152.000 millones de dólares en ayuda financiera extranjera de sus patrocinadores imperialistas, según Reuters. Opositores a la guerra, como el trotskista ucraniano Bogdan Syrotiuk, han sido encarcelados y silenciados.
Lo cierto es que todas las facciones de la oligarquía ucraniana —que históricamente surgió a través del saqueo absoluto de los bienes estatales durante la restauración del capitalismo por parte de la burocracia estalinista— están profundamente impregnadas de criminalidad. Desde su perspectiva, la guerra es, por encima de todo, un medio para defender sus intereses de clase frente a la clase obrera y una oportunidad para un nuevo saqueo.
Las revelaciones sobre el descarado robo y autoenriquecimiento por parte de la clase dominante y el gobierno ucranianos, en medio de una masacre masiva disfrazada de guerra por la “democracia” y la “libertad”, socavan aún más la legitimidad no solo del esfuerzo bélico, sino de todo el sistema socioeconómico que defienden Zelensky y Poroshenko.
Desde la perspectiva de la clase obrera, las revelaciones refuerzan la necesidad de intervenir de manera independiente en la situación política, en oposición a todas las facciones de la clase dominante y con el objetivo de unificar a los trabajadores de toda la antigua Unión Soviética y Europa contra la guerra y el capitalismo.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 17 de noviembre de 2025)
