Wall Street ha retomado su alza esta semana, impulsada por el posible fin del cierre del gobierno, al menos a corto plazo. La primera semana del mes registró una venta masiva de casi 1 billón de dólares en acciones tecnológicas, que representan aproximadamente el 40 por ciento del valor del mercado del índice S&P 500. La caída, en la que el índice tecnológico NASDAQ bajó un 3 por ciento, fue la más significativa desde la agitación bursátil provocada por los “aranceles recíprocos” del presidente Trump anunciados a principios de abril.
A medida que Wall Street retoma su impulso ascendente, al menos por ahora, emergen tres cuestiones clave que podrían provocar una gran agitación en los mercados financieros de Estados Unidos y del mundo. Estas son: cuándo estallará la burbuja de la inteligencia artificial (IA) y cuáles serán las consecuencias; el papel creciente del crédito privado en el financiamiento de deuda de alto riesgo, fuera de las regulaciones que rigen a los bancos; y la posibilidad de una crisis de liquidez en el mercado de recompra de corto plazo o mercado ‘repo’, que cumple un papel central en el financiamiento de operaciones en el mercado de bonos del Tesoro de EE.UU.
En medio de las advertencias de que las inversiones masivas en IA —OpenAI ha cerrado acuerdos de 1,4 billones de dólares en potencia de cómputo para los próximos ocho años, con ingresos de solo 20.000 millones de dólares este año— conducirán a un colapso, ha habido garantías de que las empresas que financian estos acuerdos lo han hecho con su propio efectivo y aún conservan un flujo de caja sólido. Pero esa situación está cambiando rápidamente a medida que se incrementa la demanda de fondos de inversión y crece el recurso al financiamiento mediante deuda.
El Financial Times (FT) informó a comienzos de mes que las empresas estadounidenses han emitido bonos por $200.000 millones desde principios de año para financiar proyectos relacionados con la IA. Los analistas predicen que “este derroche ‘inundará’ el mercado en general y elevará nuevos riesgos de deuda para los inversores de crédito”. El estratega jefe del Bank of America, Michael Hartnett, señaló que se han recaudado $120.000 millones por parte de los llamados hiperescalares de IA: Amazon, Google, Meta, Microsoft y Oracle. En apenas siete semanas, se necesitará más deuda.
En una nota enviada a sus clientes el viernes pasado, afirmó que el “flujo de caja [de estas empresas] es insuficiente para librar la carrera armamentista de gastos de capital en IA”, señalando que para el próximo año se espera que el gasto de capital ascienda a 534.000 millones de dólares, lo que representaría el 80 por ciento del flujo de caja esperado de este grupo. El riesgo de crisis financieras está inscrito en la propia naturaleza del desarrollo de la IA dentro del marco de la economía capitalista y sus relaciones de mercado. Se requieren grandes inversiones iniciales en infraestructura, en particular en el suministro de enormes cantidades de electricidad. Pero los beneficios financieros de la IA solo comenzarán a fluir a largo plazo.
En el ínterin, el rápido avance de la tecnología de IA implica que los activos en los que se han invertido cientos de miles de millones de dólares podrían sufrir una depreciación importante debido al desarrollo de chips o sistemas superiores. Ese proceso ya se ha visto en enero, cuando la empresa china DeepSeek desarrolló un nuevo chip a menor costo que las firmas estadounidenses. Comentarios de analistas citados por el FT apuntan a este desarrollo a medida que la deuda gana protagonismo en el auge de la IA.
Gil Luria, jefe de investigación tecnológica en la firma de inversiones DA Davidson, dijo que las empresas que se comprometieron a grandes proyectos para un solo cliente tendrán que recaudar “capital costoso”. Los bonos emitidos hasta ahora no han sido muy caros, pero “las empresas necesitarán cientos de miles de millones de dólares más. Si los mercados terminan invirtiendo cientos de miles de millones en deuda para activos que se deprecian rápidamente y que pueden no generar retornos suficientes, el riesgo podría volverse sistémico”.
Esto significa que, debido al tamaño del capital involucrado y al peso que estas empresas tienen en el mercado bursátil, sus problemas enviarán una onda de choque a través del conjunto del sistema financiero. Según Gita Gopinath, quien recientemente dejó un alto cargo en el Fondo Monetario Internacional, un colapso de la burbuja de IA similar al estallido de la burbuja de las puntocom a principios de siglo provocaría pérdidas de $20 billones en EE.UU. y $15 billones en el resto del mundo. Esto equivaldría al 70 por ciento del PIB estadounidense y al 20 por ciento del resto del mundo.
Fraser Lundie, responsable de inversiones en renta fija en Aviva Investments, señaló que el auge en la emisión de deuda plantea “preguntas importantes sobre el riesgo de concentración [y] la sostenibilidad del CAPEX (gasto de inversión)”, así como sobre la sensibilidad del mercado a las tasas de interés debido a la larga duración de los bonos emitidos por los grupos tecnológicos.
El papel del crédito privado dentro del sistema financiero lleva tiempo generando preocupación, pero ha cobrado mayor notoriedad con el colapso de la empresa automotriz First Brands y la quiebra de la firma de financiamiento automotriz subprime Tricolor, ambas financiadas por esta vía. Estos eventos captaron la atención del gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey.
Testificando ante el comité regulador de servicios financieros de la Cámara de los Lores el mes pasado, afirmó que tras estos colapsos “comienzan a sonar las alarmas” sobre los préstamos del mercado de crédito privado y recordó lo que antecedió a la crisis financiera global de 2008. “Sin duda comenzamos a ver, por ejemplo, lo que solía llamarse estructuración y segmentación de préstamos, y si uno estuvo involucrado en la crisis financiera comienza a oír las sirenas sonar”. Estas actividades servían para ocultar el riesgo inherente a los activos subyacentes.
Bailey dijo que aún era una “pregunta abierta” si estos fracasos eran “el canario en la mina” y si apuntaban a “algo más fundamental” en los mercados de crédito privado. Sarah Breeden, vicegobernadora para la estabilidad financiera del Banco de Inglaterra, dijo al comité: “Podemos identificar las vulnerabilidades aquí: opacidad, apalancamiento, estándares débiles de otorgamiento de crédito, las interconexiones. Podemos ver paralelos con la crisis financiera global. Lo que no sabemos es cuán significativas son estas cuestiones a nivel macro”.
Fue un comentario revelador. Aclaró que los supuestos guardianes, supervisores y reguladores del sistema financiero capitalista, con toda la tecnología informática a su disposición, no tienen una idea real de si se está gestando una crisis y solo lo sabrán cuando estalle sobre sus cabezas.
Una de las características de la crisis de 2008 fue cómo las principales agencias calificadoras de crédito otorgaban las máximas calificaciones a paquetes construidos sobre activos inherentemente riesgosos, no solo en el mercado hipotecario subprime sino en otras partes del sistema financiero. En las condiciones actuales, ese papel lo están asumiendo agencias de calificación que están proliferando más allá de las tres grandes —Moody’s, S&P Global y Fitch—, lo que permite a los emisores de deuda buscar una calificación más favorable.
El director del banco suizo UBS, Com Kelleher, destacó esta práctica durante una conferencia financiera en Hong Kong a principios de mes. Afirmó que las compañías de seguros, particularmente en Estados Unidos, estaban involucradas en una “arbitraje de calificaciones” similar al que realizaban los bancos antes de la crisis de 2008. El tema también fue abordado recientemente en un análisis del Banco de Pagos Internacionales.
Otra posible fuente de inestabilidad, e incluso de crisis, es el mercado “repo” (de recompra). Es el centro de lo que se conoce como ‘basis trade’, mediante el cual los inversores buscan obtener ganancias de la mínima diferencia entre el precio de los futuros del Tesoro y su precio actual. Los futuros se venden y se compran bonos del Tesoro para cubrir esa operación. Pero como la diferencia es mínima, para obtener un beneficio real es necesario repetir la operación muchas veces usando deuda.
El bono del Tesoro adquirido puede usarse como colateral para un préstamo a muy corto plazo en el mercado repo y utilizarse para comprar otro bono mientras se venden más futuros. El resultado es que, según un análisis del FT en abril, apenas 10 millones de dólares pueden, gracias a este apalancamiento, respaldar hasta $1.000 millones en compras de bonos del Tesoro. Toda la operación depende de las tasas de interés ultrabajas en el mercado repo en el cual se toman prestados los fondos. Pero si estas tasas suben debido a una contracción de liquidez, toda la operación puede desmoronarse.
Un evento así ocurrió en septiembre de 2019 y requirió una importante intervención de la Reserva Federal de EE.UU. En su reunión el mes pasado, la Fed reconoció que se estaban generando tensiones en el mercado “repo” y actuó para aumentar la liquidez, anunciando que a partir de diciembre pondría fin a su programa de contracción cuantitativa, mediante el cual reducía sus tenencias de bonos del Tesoro de EE.UU. Pronto podría volver a ser comprador, inyectando más dinero en el sistema. Esta acción ha aliviado las tensiones que se estaban acumulando. Pero cualquier acontecimiento repentino o inesperado en EE.UU. o en los mercados mundiales podría reavivar con rapidez esas tensiones, tal es el filo de la navaja sobre el que actualmente se tambalea todo el sistema financiero.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 11 de noviembre de 2025)
