El 3 de noviembre, el New York Times publicó en su portal “The Opinions” una extensa entrevista en video con el senador de Vermont Bernie Sanders. Conducida por el editor del Times, David Leonhardt, la entrevista brindó a Sanders una vez más la oportunidad de postularse como opositor a la oligarquía y al autoritarismo, sin pronunciar jamás la palabra “capitalismo” ni, por cierto, “socialismo”.
Lo que hizo particularmente significativa esta entrevista fue la concentración de Sanders en promover una perspectiva nacionalista. Él y su interlocutor, Leonhardt, buscaron insistentemente asociar la oposición a la desigualdad social y los intereses de la clase trabajadora con el nacionalismo económico y la defensa del Estado nación estadounidense.
Nada podría desnudar más claramente el papel profundamente reaccionario de Sanders y sus partidarios pseudoizquierdistas que su intento de desviar la creciente oposición de la clase trabajadora a Donald Trump y a la oligarquía corporativa hacia una vía nacionalista. En su ensayo de 1933 “El nacionalismo y la vida económica”, León Trotsky explicó que en el siglo XX la economía mundial y la división internacional del trabajo habían llegado a dominar sobre la economía nacional. Por tanto, la política y la ideología del nacionalismo desempeñaban un papel esencialmente reaccionario. El internacionalismo es la base de la política socialista de la clase trabajadora.
Trotsky escribió:
El crecimiento del intercambio mundial tuvo lugar paralelamente con la formación de economías nacionales. La tendencia de este desarrollo —al menos en los países avanzados— encontró su expresión en el desplazamiento del centro de gravedad desde el mercado interno hacia el mercado externo. El siglo XIX se caracterizó por la fusión del destino de la nación con el de su vida económica; pero la tendencia fundamental de nuestro siglo es la creciente contradicción entre la nación y la vida económica.
Y continuó:
Los intentos de salvar la vida económica inoculándola con el virus del cadáver del nacionalismo, conducen a una infección sanguínea cuyo nombre es fascismo.
En su reciente entrevista con The Economist, el conspirador fascista y asesor de Trump, Steve Bannon, aseguró que la Casa Blanca tenía “un plan” para que Trump retenga el poder en un tercer mandato presidencial, violando la Constitución estadounidense. Calificó su política como “populista, nacionalista” y señaló que tomó muchas de sus posiciones y gran parte de su retórica de Bernie Sanders.
El nacionalismo reaccionario de Sanders queda claramente expuesto en su entrevista con el New York Times. Al comienzo de la conversación, Sanders afirma que “el Partido Demócrata era el partido de la clase trabajadora”, pero que en los años setenta comenzó a abandonarla. Dice:
No, lo que creo es que si hablaste con personas de la clase trabajadora durante ese período, como lo hice yo, si hablaste con el movimiento sindical durante ese período, como lo hice yo, y les dijiste: Chicos, ¿creen que es una gran idea tener un tratado de libre comercio con China? Ningún trabajador en Estados Unidos pensó que era una buena idea. El mundo corporativo pensó que era una buena idea. El Washington Post pensó que era una gran idea. No sé qué pensaba el New York Times, pero quienes hablábamos con los sindicatos, con los trabajadores, entendimos que el resultado sería el colapso de la manufactura en Estados Unidos, la pérdida de millones de empleos bien remunerados porque las corporaciones entendieron: si puedo pagarle a la gente 0,30 dólares la hora en China, ¿por qué demonios voy a pagar un salario digno aquí? Eso lo entendimos.
El Partido Demócrata jamás ha sido un partido de la clase trabajadora. En el siglo XIX fue el partido de la esclavocracia hasta su derrota en la Guerra Civil. Durante el resto de ese siglo y buena parte del siglo XX fue el partido de la segregación racial (Jim Crow) y los linchamientos en el sur. Fue y sigue siendo uno de los dos partidos del capitalismo y el imperialismo. Esto era así incluso durante sus breves períodos de reforma social en los años treinta y sesenta, cuando gobiernos demócratas, asediados por luchas de la clase trabajadora y perseguidos por el espectro de la Revolución rusa y la amenaza de revolución interna, promulgaron medidas como la Seguridad Social, Medicare y Medicaid.
Significativamente, Sanders invoca los mantras del nacionalismo económico para demostrar que los demócratas traicionaron a los trabajadores. Argumenta que el Partido Demócrata se volvió contra la clase obrera al apoyar el “libre comercio” con China. (De hecho, Estados Unidos y China nunca firmaron un tratado de libre comercio. En 1999, los dos países firmaron un acuerdo bilateral que allanó el camino para el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio y le otorgó el estatus de relaciones comerciales normales con EE.UU.)
En otras palabras, según Sanders, los trabajadores estadounidenses no deben considerar a los trabajadores en China (ni en Canadá, México, Europa u otros países) como aliados de clase en la lucha contra el capitalismo, sino como enemigos en una lucha de suma cero por empleos y salarios. También deberían, en coherencia con esta perspectiva, alinearse con “su” clase dominante en conflictos económicos y en futuras guerras militares contra las potencias rivales del imperialismo estadounidense en todo el mundo.
Más adelante, Leonhardt reproduce un clip de una entrevista anterior con Sanders realizada por Ezra Klein, en la que Sanders declara: “Fronteras abiertas. Esa es una propuesta de los hermanos Koch. Quiero decir, es una propuesta de derecha que básicamente dice que no hay Estados Unidos”.
En respuesta al clip, Sanders le dice a Leonhardt: “Mire, hay personas que quieren mano de obra barata entrando a este país para reducir salarios, no hay duda de eso”.
Como todos los oportunistas, Sanders habla por los dos lados de la boca. En un momento de la entrevista critica a Trump por convertir a los inmigrantes indocumentados en chivos expiatorios, diciendo: “Trump está haciendo claramente cosas escandalosas que niegan a las personas sus derechos civiles y violan su humanidad básica…”
Pero en la siguiente frase afirma:
Bueno, lo que sí creo con respecto al gobierno de Biden es que, mientras existan Estados nación como los Estados Unidos de América, Canadá y México, existen fronteras. Y si no tienes fronteras, entonces en cierto sentido no tienes Estado nación. Y Biden intentó avanzar al final de su mandato. Viste las imágenes en Texas de todo tipo de personas indocumentadas y eso no resuena. Y no está bien. Necesitamos una política migratoria, pero también necesitamos fronteras fuertes. Punto.
El mes pasado, Sanders fue entrevistado en el pódcast de Tim Dillon, un partidario de Trump que ha realizado entrevistas con Steve Bannon, JD Vance, la congresista Marjorie Taylor Greene y otros fascistas. Sanders elogió la política fronteriza de Trump, diciendo que lo hizo mejor que Biden:
Históricamente, ¿Estados Unidos ha protegido bien la frontera bajo demócratas y republicanos? La respuesta es no. Trump hizo un mejor trabajo. No me gusta Trump, usted sabe, pero necesitamos una frontera segura y no es tan difícil lograrlo. Biden no lo logró.
En la misma entrevista, Sanders repitió su posición de que “Israel tiene derecho a defenderse” y reiteró su apoyo a la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Hacia el final de la entrevista con el New York Times, Leonhardt pregunta: “¿Existe una versión del patriotismo progresista que pueda contrarrestar el nacionalismo de derecha?”
Sanders responde: “Buena pregunta”.
Leonhardt prosigue: “¿No sé si usted se considera patriota?”
A lo que Sanders responde:
Absolutamente… Entonces, ¿quiere un nacionalismo? ¿Quiere un nacionalismo patriótico? Eso es lo que es. La gente luchó y murió no solo en la Guerra Civil y la Guerra de Independencia. [En la] Segunda Guerra Mundial murieron para defender la democracia. Y necesitamos un gobierno y una economía que funcionen para todos nosotros, no solo para un puñado de donantes ricos. Ese es tu nacionalismo.
Sanders no es completamente ignorante en política. Tiene suficiente conocimiento histórico y del socialismo, desde sus años de juventud cuando afirmaba estar influenciado por el marxismo y apoyaba la Revolución cubana, para saber que la Segunda Guerra Mundial fue, en esencia, un conflicto entre potencias imperialistas. Mientras los estalinistas (como Sanders sabe muy bien) buscaron cínicamente promover la guerra, en interés de la burocracia soviética, como una lucha por la democracia, el gobierno de Roosevelt libró la guerra para asegurar los intereses globales de Wall Street y las corporaciones estadounidenses.
Las huelgas de los trabajadores, particularmente de los mineros del carbón, contra la brutal explotación fueron respondidas con represión estatal. Los trotskistas estadounidenses que denunciaron los intereses imperialistas de la clase dominante fueron encarcelados. Tras la guerra, se desató una feroz caza de brujas contra la izquierda y los socialistas fueron purgados sin piedad de los sindicatos para eliminar la oposición interna a las violentas operaciones internacionales del complejo militar-industrial y la CIA.
La promoción del populismo nacionalista por parte de Sanders es replicada por los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) y otras organizaciones pseudoizquierdistas que expresan los intereses de sectores privilegiados de la clase media. El mes pasado, tras las masivas manifestaciones “No Kings” en todo Estados Unidos, Jacobin, el órgano no oficial del DSA, publicó un artículo de Meagan Day titulado “Patriotismo contra el autoritarismo”.
El socialismo genuino se basa, desde Marx y Engels hasta Lenin, Trotsky y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en la actualidad, en el internacionalismo. “¡Proletarios de todos los países, únanse!” sigue siendo el grito de combate de la clase trabajadora consciente. Es la base para una lucha actual contra la oligarquía, el fascismo y la guerra.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de noviembre de 2025)
