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El FMI exige una reforma radical del Estado de bienestar europeo

Los enormes costos del rearme, las consecuencias de la guerra comercial internacional y las exigencias de beneficios por parte de los bancos y las empresas son incompatibles con el Estado de bienestar tal como surgió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Las pensiones, la sanidad y muchos otros servicios públicos ya no pueden financiarse en su forma actual. Son inevitables medidas de austeridad draconianas y una mayor desregulación de la economía.

Estas son las principales conclusiones del informe del Fondo Monetario Internacional sobre la situación económica en Europa, que el director europeo del FMI, Alfred Kammer, presentó ante un grupo de banqueros en Bruselas el 4 de noviembre. El informe, titulado “¿Cómo puede Europa pagar cosas que no puede permitirse?”, presenta un panorama dramático de la situación financiera y económica.

Protesta contra los recortes a las universidades, hospitales y el sector cultural de Berlín, lunes 14 de julio

“Europa se enfrenta a presiones fiscales enormes debido a nuevas prioridades políticas (por ejemplo, defensa y seguridad energética), el aumento acelerado de los costos por envejecimiento poblacional (pensiones y sanidad) y el incremento del gasto por intereses de una deuda ya de por sí alta”, afirma la introducción del informe. “Sin una acción política inmediata, los niveles de deuda pública podrían más que duplicarse para el país europeo promedio en los próximos 15 años. Esto podría disparar los tipos de interés, ralentizar aún más el ya débil crecimiento económico y socavar la confianza en los mercados”.

Como contramedidas, el informe exige reformas estructurales y recortes presupuestarios. Sin embargo, esto no bastaría para los países altamente endeudados, lo que “no deja otra opción más que repensar en profundidad el alcance de los servicios públicos y el contrato social para cubrir el agujero fiscal”. Postergar medidas agravaría aún más la situación fiscal “y haría que la tarea de los responsables políticos fuera aún más difícil”.

“Todos estamos familiarizados con el difícil panorama fiscal en la región”, dijo Kammer al presentar el informe. En realidad, la situación es aún peor. El gasto adicional en defensa, seguridad energética, pensiones más altas y atención sanitaria ascendería al 4,5–5,5 por ciento del PIB en 2040. El aumento de la deuda y de los tipos de interés incrementaría el gasto en intereses, y la mediocre perspectiva de crecimiento afectaría a los ingresos fiscales y elevaría la presión de la deuda.

Por ello, estaba “claramente demostrado que no hacer nada no es una opción”. Si se mantuvieran las políticas actuales, la ratio de deuda de los países europeos aumentaría drásticamente en los próximos 15 años, alcanzando un promedio del 130 por ciento—40 puntos porcentuales por encima de los niveles sostenibles y 70 puntos por encima de los límites establecidos por el marco fiscal europeo. Entonces, los países de la UE tendrían que ahorrar entre el 3,5 y el 5 por ciento del PIB para consolidar sus finanzas públicas. Esto “es una hazaña casi imposible y exigiría recortes profundos del modelo europeo y del contrato social”.

Los editoriales en los medios de comunicación no dejan lugar a dudas sobre lo que esto significa. “Ya es hora de que los gobiernos recorten los enormes sistemas de bienestar social. No con tijeras, sino con una guadaña”, escribe T-Online. Los políticos necesitan el “valor para imponer duros recortes a los ciudadanos, incluida su propia base electoral.”

Y continúa:

Quien vea lo difícil que le resulta al SPD recortar siquiera unos pocos millones del Estado de bienestar, o cuán irresponsablemente las fuerzas de izquierda de Francia impiden cualquier recorte al lujoso sistema de pensiones, puede dudar de que Europa sea capaz de salvarse del embrollo. Pero no hay alternativa; ese es el mensaje amargo pero verdadero del FMI.

Los trabajadores deben tomarse en serio esta amenaza. En efecto, no hay alternativa mientras siga intacta la propiedad privada capitalista y los intereses de lucro prevalezcan sobre las necesidades sociales. Quien prometa—como hace el partido La Izquierda (Die Linke) en Alemania o La Francia Insumisa de Mélenchon—que basta con votarlos para que detengan y reviertan los recortes sociales sin tocar el poder capitalista, es un farsante.

El ataque a las conquistas sociales que los trabajadores europeos lograron tras intensos combates de clase después de la Segunda Guerra Mundial comenzó hace más de 40 años. Y los partidos reformistas y autodenominados de izquierda han capitulado sistemáticamente ante los dictados de los mercados financieros.

Esto comenzó con François Mitterrand, quien fue elegido presidente de Francia en 1981 con una promesa de reforma social y, tras menos de dos años, dio un giro hacia un brutal programa de austeridad. Cuando los socialdemócratas regresaron al poder en la mayoría de los países europeos tras dos décadas de gobierno conservador, fue el primer ministro británico Tony Blair y el canciller alemán Gerhard Schröder quienes lideraron el ataque más amplio contra las condiciones laborales y los beneficios sociales hasta la fecha. Y en julio de 2015, el primer ministro griego Alexis Tsipras, del partido pseudoizquierdista Syriza, capituló ante los dictados de austeridad del FMI, el BCE y la UE, los mismos que el pueblo había rechazado en un referéndum apenas una semana antes.

Como resultado de estas políticas, ha surgido una oligarquía obscenamente rica que posee miles de millones, mientras que la mayoría de la población tiene crecientes dificultades para llegar a fin de mes. Esta oligarquía defiende su riqueza a toda costa. En la lucha por los mercados, las materias primas y los beneficios, se han sustituido las “libres competencias” por guerras comerciales y fuerza militar, mientras que internamente, se reprime la resistencia contra la guerra y los recortes sociales mediante medidas dictatoriales.

Esto se manifiesta de forma más clara en Estados Unidos, donde Donald Trump está estableciendo una dictadura presidencial y enviando tropas a las ciudades. Pero Europa recorre el mismo camino, como deja claro el informe del FMI. Los “recortes profundos al contrato social” que considera inevitables solo pueden imponerse mediante medidas autoritarias.

Sin embargo, existe una alternativa a este rumbo. Puede ser detenido por la clase obrera. Para ello, deben formarse comités de base para defender empleos, salarios y niveles de vida, resistir la guerra y la dictadura, y coordinar estas luchas. Deben convertirse en el punto de partida para una transformación socialista de la sociedad. Nada se logrará sin arrebatar las fortunas de los multimillonarios y su control sobre los bancos, las corporaciones y el suelo. Estos deben ser socializados y puestos bajo el control democrático de los trabajadores.

Ésta es la perspectiva que defiende el Partido Socialista por la Igualdad y sus partidos hermanos del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de noviembre de 2025)

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