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El capitalismo fracasa en los 45 indicadores del progreso climático

El “Informe sobre la brecha de emisiones 2025” de las Naciones Unidas muestra que el planeta se encuentra en trayectoria hacia un aumento de 2,8 grados Celsius por encima del promedio preindustrial para finales de este siglo si se mantienen las políticas actuales. Si se implementaran plenamente los compromisos actuales, la temperatura aún aumentaría entre 2,3 y 2,5 grados.

Esto representa una catástrofe inminente para miles de millones de personas en todo el mundo. Aún no se ha superado de forma sostenida el umbral de calentamiento de 1,5 grados, y ya se están produciendo sequías históricas, olas de calor, inundaciones, incendios forestales, tormentas y acidificación oceánica; colapsos generalizados de cultivos, extinción de especies y una mayor propagación de enfermedades.

Una vista aérea de un barrio inundado en Ostrava, República Checa, lunes 16 de septiembre de 2024. [AP Photo/Darko Bandic]

Los científicos predicen que estos fenómenos se agravarán drásticamente y de forma no lineal a medida que aumente la temperatura. Un escenario de calentamiento de 2,5 grados significaría devastación para grandes sectores de la población mundial.

Sin embargo, incluso las cifras funestas de la ONU presentan un panorama optimista. Existen incertidumbres en relación con los puntos de inflexión (como el colapso de las capas de hielo o los sistemas de circulación oceánica) y los bucles de retroalimentación (como la pérdida de hielo marino, el deshielo del permafrost, la degradación de bosques y selvas tropicales) que podrían llevar a una trayectoria climática sustancialmente peor que la proyectada.

Además, estas proyecciones se basan en modelos de “rebasamiento”, que asumen que las temperaturas aumentarán más allá del objetivo de fin de década, para luego ser reducidas mediante la eliminación masiva de carbono de la atmósfera. Esto depende de tecnologías y métodos que no han sido comprobados, o que pueden ser perjudiciales si se aplican a gran escala.

Para limitar el calentamiento a 1,5 grados, el informe explica que las emisiones de carbono deben reducirse en un 55 por ciento en los próximos diez años, y en un 66 por ciento en los quince años posteriores, además de eliminar de la atmósfera entre 5 y 15 años de emisiones de carbono.

Se trata de un desafío civilizatorio imposible de afrontar para el sistema capitalista, cada vez más bárbaro, en un mundo dividido en Estados nación rivales, donde las principales potencias imperialistas intensifican las guerras comerciales y militares para asegurar el derecho de la oligarquía financiera a saquear los recursos esenciales.

El informe “Estado de la Acción Climática 2025” del Instituto de Recursos Mundiales concluyó que los gobiernos del mundo están fracasando en los 45 indicadores de progreso hacia la limitación del calentamiento global a 1,5 grados. De ellos, 29 indicadores están “muy fuera de rumbo”, lo que implica que para cumplir con los objetivos de fin de década se necesita al menos duplicar e incluso cuadruplicar el ritmo de acción actual.

Cinco indicadores —la intensidad de carbono en la producción de acero, la proporción de kilómetros recorridos por automóviles particulares, la pérdida de manglares, la parte de la producción alimentaria que se pierde y la financiación pública de combustibles fósiles— están yendo en la dirección equivocada.

Ni siquiera hay suficientes datos para analizar la tendencia de los cinco indicadores restantes: la tasa de rehabilitación de edificios, la proporción de edificaciones nuevas que son cero emisiones, la degradación de turberas, la restauración de turberas y el desperdicio alimentario.

Estado de la Acción Climática 2025 [Photo: screenshot: World Resources Institute]

La magnitud del fracaso es asombrosa. Si los gobiernos del mundo quieren cumplir con los objetivos de fin de década alineados con el límite de 1,5 grados y mantenerse en el camino correcto hasta 2035, estas son solo algunas de las medidas que deben tomarse:

  • La generación de energía a base de carbón debe ser eliminada más de diez veces más rápido, cerrando 360 centrales eléctricas de carbón de tamaño promedio al año.
  • La deforestación debe reducirse nueve veces más rápido.
  • Se deben construir sistemas de transporte público asequibles y confiables en las ciudades más contaminantes cinco veces más rápido, lo que implica construir 1.400 km de infraestructura para trenes ligeros y autobuses cada año.
  • La participación de la energía solar y eólica en la generación de electricidad debe duplicarse respecto al ritmo reciente.
  • El consumo de carne de res, cordero y cabra en las regiones de alto consumo debe disminuir cinco veces más rápido.
  • La financiación climática debe aumentar en cerca de 1 billón (1.000.000.000.000) de dólares al año, equivalente a dos tercios de la financiación pública de combustibles fósiles en 2023.

La ciencia que sustenta estos informes es incuestionable. Pero su premisa política —la idea de que ofrecen recomendaciones a una clase dominante que actuará conforme a la ciencia— está fatalmente equivocada.

Desde el Acuerdo de París que estableció el límite de 1,5 grados en 2015, las emisiones globales han seguido aumentando. Solo en 2024 hubo un aumento del 2,3 por ciento —el mayor incremento anual desde los años 2000—, alcanzando un récord histórico.

Se está produciendo un rechazo más o menos abierto de la acción climática por parte de las potencias imperialistas y los grandes bancos y corporaciones. El informe “Estado de la Acción Climática 2025” señala:

En un desarrollo particularmente notable este año, Estados Unidos —el segundo mayor emisor y el mayor emisor histórico— ha reducido políticas y programas climáticos, disminuido el alcance de sus agencias ambientales y eliminado inversiones de larga data en ciencia climática y medidas de descarbonización.

Pero el capitalismo estadounidense es solo la expresión más aguda de una tendencia global. Según el informe “Brecha de Producción 2025” del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, “Diez años después del Acuerdo de París, los países planean colectivamente una producción de combustibles fósiles aún mayor que antes”. Los desarrollos de petróleo, gas y carbón actualmente en proceso llevarían al mundo a emitir el doble de carbono en 2030 de lo que sería compatible con limitar el calentamiento a 1,5 grados.

La continua expansión de estos proyectos revela un hecho crucial: el margen para una extracción rentable de combustibles fósiles es muy superior a los límites sostenibles de su utilización. Además, la riqueza generada por dicha explotación protege a sus beneficiarios de sus consecuencias medioambientales.

La conclusión inevitable es que solo la expropiación de las inmensas fortunas de los súper ricos, acumuladas por el afán de lucro, puede siquiera comenzar a abordar la crisis climática. En todo el mundo, los miles de millones que quieren luchar por un planeta habitable no pueden aferrarse a la ilusión de que habrá colaboración internacional para alcanzar los objetivos climáticos, liderada por gobiernos capitalistas al servicio de las mega corporaciones.

Se debe confiscar la riqueza de la oligarquía, no solo para poner fin a sus estilos de vida obscenos —el 1 por ciento más rico consume su presupuesto anual de carbono en solo 10 días—, sino para que la clase trabajadora tome el control de los recursos y las fuerzas productivas necesarias para reorganizar la economía y reducir globalmente su impacto ambiental.

En muchos países, la vida social ha sido tan distorsionada por el afán de lucro que incluso una persona promedio utiliza en un año más carbono que el límite per cápita si se quiere mantener el calentamiento global en 1,5 grados: aproximadamente 2 toneladas de CO₂. En Europa, las emisiones per cápita del 40 por ciento medio fueron de 10,7 toneladas en 2019; en América del Norte, 21,8 toneladas.

Para quienes no superan el límite per cápita —en los países ricos y en la mayoría de la población mundial—, esto suele ser consecuencia de la pobreza. Sin embargo, la relación entre el uso de carbono y el nivel de vida, más allá de cierto umbral, no es una ley fija; solo parece serlo bajo el capitalismo debido a la destrucción de bienes y servicios comunes, al vaciamiento de la vida social y al escaso desarrollo de tecnologías sostenibles.

Además de reemplazar los sistemas energéticos basados en combustibles fósiles por energías renovables, debe reducirse sustancialmente la propiedad y el uso del automóvil, lo cual será posible mediante un aumento de la calidad y accesibilidad del transporte público y la infraestructura para bicicletas. Las viviendas deben construirse o renovarse con estándares ecológicos alrededor de instalaciones comunes para un uso eficiente de la energía.

La agricultura debe desplazarse hacia métodos y productos con menor huella de carbono; la industria del consumo debe reestructurarse para producir bienes duraderos; y las industrias de la publicidad y los algoritmos, hoy utilizadas para maximizar el consumo de recursos y energía, deben ser desmanteladas y reconstruidas al servicio del bien público.

Debe haber una gran expansión de los espacios sociales, los eventos públicos y el tiempo para disfrutarlos.

Todo esto permitiría que la sociedad se mantenga dentro de límites ambientales seguros y sostenibles, y mejoraría drásticamente la calidad de vida de la gran mayoría de la población mundial.

Esto no puede lograrse mediante las fuerzas destructivas e intrínsecamente explotadoras del mercado, ni bajo la preservación de la propiedad privada. Ambas deben ser reemplazadas por una producción planificada democráticamente, donde la sociedad en su conjunto pueda tomar decisiones informadas sobre cómo administrar sus recursos.

Encuesta tras encuesta demuestra un enorme apoyo (89 por ciento a nivel mundial, según un estudio de la Universidad de Oxford) a una acción más firme contra la crisis climática. Y sin embargo, cada año el planeta se sumerge más profundamente en la catástrofe, porque los programas “verdes” existentes están basados en un sistema capitalista que hace imposible una respuesta seria.

Como en todos los problemas fundamentales que enfrenta la humanidad, la crisis climática es una cuestión de clase; su solución requiere un movimiento socialista revolucionario de la clase trabajadora.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de noviembre de 2025)

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