El presidente estadounidense Donald Trump pronunció una diatriba fascista el martes en la 80ª sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas en la que declaró el lema “EE.UU. primero” como principio rector global, amenazando a todo el mundo con guerras y agresión, y exaltó las acciones criminales de su Gobierno en el país y en el exterior.
Atacó tanto a los supuestos aliados de Estados Unidos como a los Estados en la mira militar-estratégica de Washington durante un discurso tortuoso que duró casi tres veces el tiempo permitido.
Trump se deleitó en mostrar su desdén y desprecio por el derecho internacional, dejando claro que Washington no aceptará restricciones a la afirmación despiadada de sus intereses imperialistas, ya sea a través de la guerra comercial, los asesinatos, las operaciones de cambio de régimen o la guerra global.
Citó como modelos para el mundo elementos clave en su impulso continuo para establecer una dictadura presidencial, como la ocupación de Washington por tropas de la Guardia Nacional y el asalto a los inmigrantes.
Trump culpó a la ONU y a su agenda “globalista” de muchos, si no de la mayoría, de los problemas de la humanidad. Alegó que la ONU, a través de sus programas limitados para ayudar a los refugiados creados por las guerras imperialistas y la opresión, está “financiando un asalto a los países occidentales”, exponiendo efectivamente desde la tribuna de la ONU la teoría supremacista blanca de la Gran Sustitución.
“Se supone que la ONU”, declaró, “debe detener las invasiones, no crearlas ni financiarlas”.
Criticó a los aliados europeos tradicionales de Estados Unidos por no ser lo suficientemente agresivos al restringir la inmigración y expulsar a los inmigrantes, y por tratar de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático, el “mayor engaño” de la historia.
“Europa está en serios problemas. Han sido invadidos por una fuerza de extranjeros ilegales como nadie ha visto antes... Tanto la inmigración como las ideas energéticas suicidas traerán la muerte a Europa occidental”, dijo Trump.
Trump hizo caso omiso al genocidio de los palestinos, apropiadamente dado el papel del imperialismo estadounidense en armar a Israel hasta los dientes y su propia incitación al régimen de Netanyahu a perseguir la limpieza étnica completa de Gaza con su plan de la “Riviera de Oriente Próximo”. A pesar de que Israel está matando de hambre y bombardeando al pueblo de Gaza e invadiendo la ciudad de Gaza con el objetivo de arrasarla, Trump criticó las “atrocidades” de Hamas.
Se jactó de la guerra ilegal que Estados Unidos e Israel libraron contra Irán en junio, durante la cual Estados Unidos primero tendió a Teherán una trampa fingiendo que quería continuar las negociaciones de paz y luego amplificó los ataques israelíes iniciales con un asalto masivo a las instalaciones nucleares civiles iraníes. “Hoy”, se regodeó Trump, “la mayoría de los comandantes militares de Irán ya no están con nosotros; están muertos”.
El presidente estadounidense también utilizó su discurso en la ONU para continuar los preparativos de Washington para invadir Venezuela, como parte de su campaña para hacer retroceder la creciente influencia china en América del Sur. En las últimas semanas, las fuerzas militares estadounidenses han volado tress barcos frente a las costas de Venezuela, matando al menos a 17 personas, con la afirmación totalmente infundada de que estaban traficando drogas. Pero incluso si eso fuera cierto, ningún Gobierno tiene el derecho de ejecutar sumariamente a personas.
Sin embargo, Trump, alardeando sobre la violencia criminal de su Gobierno y pretendiendo dirigirse a narcotraficantes venezolanos, declaró ante la Asamblea General: “Los bombardearemos hasta que dejen de existir”.
Trump, en sus comentarios ante la ONU y las publicaciones en las redes sociales después de una reunión posterior con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, también intensificó las amenazas estadounidenses contra Rusia. No solo culpó a Putin y a Rusia por la continuación de la guerra de Ucrania instigada por Estados Unidos y la OTAN y amenazó a Moscú con sanciones económicas mucho más agresivas, sino que Trump declaró: “Creo que Ucrania, con el apoyo de la Unión Europea, está en condiciones de combatir y recuperar toda Ucrania en su forma original”.
Los informes de los medios de comunicación en el período previo a la Asamblea General de la ONU se centraron en gran medida en el reconocimiento supuestamente histórico de un Estado palestino por parte de varios países occidentales, incluidos Francia, Reino Unido, Canadá y Australia.
Esta maniobra, a la que Trump se opone vociferantemente, nació del temor al impacto radicalizador que el genocidio en curso está teniendo en la clase trabajadora y la juventud de los centros imperialistas y Oriente Próximo, y constituye un intento desesperado por parte de personas como el francés Macron, el británico Starmer y el canadiense Carney para encubrir su profunda y continua complicidad.
Esto va de la mano con el aumento simultáneo de las amenazas belicosas de las potencias europeas contra Rusia, que incluyen promesas de derribar aviones de guerra rusos en caso de que “vuelvan” a entrar en el espacio aéreo de la OTAN, una acusación que Moscú niega.
Durante los primeros nueve meses de la segunda presidencia de Trump, dos objetivos interrelacionados han impulsado la política del establishment en Alemania, Francia y Reino Unido. Primero, interrumpir los esfuerzos de Trump para llegar a un acuerdo con Moscú para poner fin a la guerra de Ucrania sobre sus cabezas y a sus expensas; y segundo, aumentar masivamente el gasto militar, para contar con el poderío militar necesario para perseguir sus intereses imperialistas independientemente de, y si es necesario, en oposición a los Estados Unidos.
El rearme y la guerra con Rusia requerirán un asalto masivo a la clase trabajadora, como se presagió en la declaración del mes pasado del nuevo canciller alemán Friedrich Merz de que “el Estado de bienestar tal como lo conocemos hoy ya no es económicamente sostenible”.
También implicarán necesariamente un giro hacia métodos autoritarios de gobierno y la incorporación de la extrema derecha a los corredores del poder, precisamente por las mismas razones por las que la oligarquía estadounidense ha recurrido a Trump: la militarización de la sociedad y la eliminación de lo que queda de los derechos sociales de la clase trabajadora para pagar la guerra se encontrarán con la oposición masiva de la clase trabajadora. Estos procesos ya están muy avanzados, como lo demuestra la promoción por parte de la clase dominante de la nociva propaganda antiinmigrante de la que se alimenta la extrema derecha, y la difamación y represión de los manifestantes contra el genocidio por parte de muchos de los mismos Gobiernos que ahora se hacen pasar por preocupados por los derechos nacionales de los palestinos.
La diatriba fascista de Trump ante la ONU sorprendió a los líderes gubernamentales y diplomáticos de alto rango reunidos. “Hace seis años, la audiencia de Trump en la ONU se echó a reír. Este año guardó silencio”, anunció un titular de la BBC.
Esto no se debe a que Trump sea todopoderoso. Por el contrario, personifica el declive y la depravación del imperialismo estadounidense, el baluarte del capitalismo mundial desde la Segunda Guerra Mundial y que sigue siendo el centro de las finanzas mundiales y la cabina de mando de la contrarrevolución global.
La realidad es que las Naciones Unidas se están derrumbando como lo hizo la Liga de las Naciones en el período previo a la Segunda Guerra Mundial y por las mismas razones fundamentales. Frente a una crisis sistémica, las potencias imperialistas rivales buscan repartirse violentamente el mundo para asegurar el control de recursos críticos, mercados, redes de producción y territorios estratégicos.
Dirigido por el imperialismo estadounidense y el gánster fascista Trump, se prescinde de cualquier pretensión de legalidad y se afirma violentamente la ley de la selva: el poder hace lo correcto. El propio Trump se burló de la ONU por su impotencia e irrelevancia.
Dentro del sistema de relaciones interestatales capitalistas y la política de establishment, no hay forma de oponerse a la guerra y al rápido descenso a una conflagración global. Putin y Xi encabezan regímenes restauracionistas capitalistas que explotan despiadadamente a los trabajadores de Rusia y China, y oscilan entre llegar a un acuerdo con las potencias imperialistas a expensas de las masas y las amenazas y aventuras militares reaccionarias.
Como explicó incisivamente León Trotsky, para oponerse a las guerras imperialistas y la barbarie capitalista, la clase obrera debe mirar no al mapa de la guerra sino al mapa de la lucha de clases. Los mismos procesos que están llevando a las potencias capitalistas a la guerra están alimentando la revolución social. La tarea fundamental es infundir a las crecientes luchas contra la guerra, la austeridad, la dictadura y el fascismo una perspectiva socialista y armarlas con una dirección revolucionaria. Esa es la tarea a la que se dedican el World Socialist Web Site y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus Partidos Socialistas por la Igualdad afiliados.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de septiembre de 2025)