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La reunión extraordinaria de la Reserva Federal pone de relieve la creciente crisis financiera en EE.UU.

La reunión de la Reserva Federal de EE.UU. la semana pasada fue una de las más extraordinarias desde la fundación del banco central en 1913, reflejando la crisis creciente en el sistema financiero sobre el cual preside.

Edificio de la Reserva Federal en la Avenida de la Constitución de Washington [AP Photo/J. Scott Applewhite, file]

Su carácter sin precedentes surgió de los intensos y continuos esfuerzos del presidente Trump, que está utilizando todos los medios a su alcance para tomar el control directo del órgano de gobierno de la Fed con el fin de imponer recortes significativos en las tasas de interés. Esto busca, entre otras cosas, reducir la creciente factura de intereses sobre la deuda pública estadounidense, que asciende a 37 billones de dólares.

En la víspera de la reunión, Stephen Miran, principal asesor económico de Trump, fue investido como miembro de la Junta de Gobernadores de la Fed, que consta de siete miembros, luego de que el Senado acelerara su confirmación para que pudiera participar en la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto.

Su nombramiento, habilitado por la renuncia de la gobernadora de la Fed Adriana Kugler antes de que concluyera su mandato en enero próximo, fue un hecho sin precedentes. Miran no renunció a su cargo como presidente del Consejo de Asesores Económicos de Trump, sino que simplemente tomó una licencia. Jamás antes alguien vinculado de forma activa al gobierno había formado parte del órgano de gobierno de la Fed, lo que constituye una grave violación a su supuesta independencia.

Además, en la víspera de la reunión, una corte de apelaciones falló en una decisión dividida de 2 a 1 a favor de un fallo de una instancia inferior que rechazó el intento de Trump de destituir a la gobernadora de la Fed Lisa Cook por “causa”, luego de que se alegara que ella había declarado como residencia principal dos propiedades adquiridas antes de su nombramiento en 2022, para obtener una tasa hipotecaria más baja.

El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, a la izquierda, conversa con la miembro de la Junta de Gobernadores Lisa Cook, a la derecha, durante una reunión abierta de la Junta de Gobernadores en la Reserva Federal, el 25 de junio de 2025, en Washington. [AP Photo/Mark Schiefelbein]

El caso ha sido remitido al Departamento de Justicia, pero hasta ahora no se han presentado cargos. También ha salido a la luz que, en al menos dos documentos, Cook catalogó la segunda propiedad como una “vivienda vacacional”, y que los intereses que pagó por ella estaban ligeramente por encima de la tasa de mercado del momento.

Pese a estos reveses, la administración Trump continúa implacablemente con el caso y ha presentado una apelación ante la Corte Suprema para revertir las decisiones judiciales previas.

En su apelación de emergencia, el gobierno argumentó que, dada la importancia excepcional de la Fed, era de interés público que “un miembro éticamente comprometido no continúe ejerciendo sus vastos poderes”.

Pero la ética no tiene nada que ver con esto, como lo demuestra el caso del fanático trumpista Clarence Thomas, juez de la Corte Suprema. Thomas, entre otras cosas, ha recibido costosos viajes pagados por el magnate inmobiliario y activista de extrema derecha Harlan Crow. También ha recibido regalos de grandes empresarios ultra ricos.

Las motivaciones de Trump se hicieron evidentes poco después de que se iniciara la acción contra Cook en agosto, cuando declaró: “Muy pronto tendremos la mayoría”.

En respuesta a la apelación ante la Corte Suprema, los abogados de Cook escribieron que su remoción causaría una “subversión de la histórica independencia de la Reserva Federal y trastornos en la economía estadounidense”, y que se podrían generar “ondas de choque en los mercados financieros que no serían fáciles de revertir”.

El impulso para reducir las tasas de interés —la fuerza motriz del intento de Trump de tomar el control de la Fed— obedece a dos motivaciones.

Una es potenciar aún más al mercado bursátil y a los oligarcas financieros que forman la base de su régimen, además de apuntalar el creciente mercado de criptomonedas, lo cual beneficia directamente a Trump y su familia. Forbes estima que Trump ya ha embolsado 1.000 millones de dólares por esta vía y podría ganar miles de millones más. Sirviendo a la oligarquía, el presidente se queda con su parte.

La reducción de las tasas de interés no tiene nada que ver con impulsar la economía real ni con contrarrestar un mercado laboral visiblemente debilitado. Uno de los principales obstáculos inmediatos para el crecimiento económico y el empleo es el aumento de los costos estructurales debido al alza arancelaria impuesta por Trump.

John Deere, el fabricante de maquinaria, que ya ha sufrido un impacto de 300 millones de dólares por los aranceles, espera más pérdidas y ha comenzado a despedir trabajadores. No cambiará de rumbo por una rebaja en la tasa de interés. Tampoco lo harán grandes corporaciones como Nike, que se estima ha perdido 1.000 millones de dólares en ganancias. Lo mismo ocurre con pequeñas empresas que enfrentan crecientes costos de insumos.

En sus constantes ataques contra el presidente de la Fed, Jerome Powell, Trump ha señalado otra de sus motivaciones para exigir recortes de tasas: el aumento de la factura de intereses sobre la deuda pública estadounidense, que se acerca a 1 billón de dólares. Esta se está convirtiendo rápidamente en la partida más abultada del presupuesto estadounidense, junto al gasto militar. Las finanzas de EE.UU. se acercan a un punto en el que será necesario endeudarse más sólo para pagar los intereses de deudas anteriores.

La gravedad de la situación se destaca en un artículo de la edición actual de Foreign Affairs titulado “La caída inminente de Estados Unidos”. El autor es Kenneth Rogoff, execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional y actual profesor en Harvard.

Comienza señalando que durante el último cuarto de siglo el mundo ha “contemplado con asombro la capacidad de EE.UU. de endeudarse para salir de problemas”, y que “una y otra vez” EE.UU. ha utilizado deuda para financiar guerras, recesiones globales, pandemias y crisis financieras.

Las tasas de interés se mantuvieron ultrabajas después de la crisis financiera mundial de 2008-09, y “muchos economistas” llegaron a creer que continuarían así indefinidamente. Ejecutar déficits, con base en un nuevo endeudamiento, “parecía un auténtico almuerzo gratis”. Dado el prestigio del dólar como activo más seguro y líquido del mundo, los inversores globales “siempre estarían dispuestos a digerir otro lote de deuda en dólares”.

Pero, continúa Rogoff, “los últimos años han puesto en duda seriamente esas suposiciones”.

Las tasas de interés a largo plazo han “aumentado drásticamente” en los bonos del Tesoro a 10 y 30 años. La deuda pública de EE.UU., con 37 billones de dólares, es ahora tan grande como la de todas las demás economías avanzadas importantes juntas, y un aumento de sólo un punto porcentual en las tasas supone un pago adicional de 370.000 millones de dólares en intereses que el gobierno debe afrontar.

Ahora hay señales claras de que la confianza en el dólar —base de la capacidad de Estados Unidos para endeudarse a niveles récord— está debilitándose rápidamente. El dólar ha perdido un 10 por ciento de su valor frente a otras divisas en lo que va del año, y todo indica que continuará depreciándose.

La semana pasada, un informe del Deutsche Bank señaló que “los inversores extranjeros están retirando su exposición al dólar a una velocidad sin precedentes”.

Aunque aún están inyectando dinero en un mercado bursátil estadounidense en ascenso —recordando el adagio del exdirector ejecutivo de Citigroup Chuck Prince en 2007, quien dijo que “mientras la música siga sonando, hay que levantarse a bailar”—, están cubriendo sus apuestas en dólares en previsión de una caída del valor de la divisa.

El aumento del precio del oro es otra señal de la creciente desconfianza en el dólar como moneda fiduciaria, es decir, sin respaldo material, sustentada únicamente en el sistema financiero y estatal de EE.UU.

El precio del oro supera ahora los 3.600 dólares por onza, habiendo subido más del 35 por ciento en lo que va de año. Goldman Sachs ha estimado que podría alcanzar los 4.000 dólares a mediados del próximo año, y ha afirmado que podría llegar a los 5.000 si los ataques de Trump a la Fed se perciben como una amenaza a la independencia del banco central.

Gran parte del aumento en el precio del oro se debe a las crecientes compras por parte de bancos centrales —las cuales se han multiplicado por cinco en los últimos tres años y medio—, al punto que el oro se ha convertido en el segundo activo de reserva después del dólar, superando al euro.

La reunión de la Fed de la semana pasada dio una apariencia de calma. Como lo expresó el Wall Street Journal, pareció una “política monetaria de rutina”, los mercados “en gran medida se encogieron de hombros”, y Powell “evitó en su mayoría disensiones acrimoniosas sobre una decisión que se produjo en medio de una confrontación política sin precedentes”.

Pero esa confrontación indica que, justo debajo de la superficie, se están acumulando tensiones dentro del sistema financiero que en algún momento saldrán a la luz.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 21 de septiembre de 2025)

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