Las potencias imperialistas europeas han continuado intensificando la guerra contra Rusia después del derribo de drones sobre territorio polaco la semana pasada. La Unión Europea (UE) espera adoptar su decimonoveno paquete de sanciones económicas contra Moscú para la próxima semana, mientras que Alemania y la OTAN aprovecharon la breve incursión de un dron ruso en el espacio aéreo rumano durante el fin de semana para lanzar otra andanada de amenazas militaristas.
Según informes, el dron permaneció 50 minutos en el espacio aéreo rumano. Fue rastreado por dos cazas rumanos y dos alemanes, pero no representó un riesgo inmediato para ningún centro poblado. Sin embargo, el Ministerio de Defensa rumano emitió un comunicado denunciando la violación del derecho internacional por parte de Rusia y declarando que Bucarest “condena firmemente las acciones irresponsables de la Federación Rusa y enfatiza que representan un nuevo desafío para la seguridad y estabilidad regional en el área del Mar Negro”. Un comunicado de la embajada rusa en Bucarest responsabilizó de la incursión a Ucrania.
La incursión tuvo lugar apenas unos días después de que Polonia afirmara que 19 drones rusos ingresaron en su espacio aéreo, aunque la cifra real podría ser significativamente menor. Polonia invocó el Artículo 4 del Tratado de la OTAN, que obliga a los Estados miembros a discutir medidas de defensa conjunta y sirve como preludio al Artículo 5, la cláusula que requiere que los Estados miembros brinden apoyo militar a un aliado en caso de guerra.
Los miembros europeos de la OTAN han aprovechado los incidentes con drones para expandir las operaciones militares en el flanco oriental de la alianza. Polonia envió 40.000 soldados a su frontera con Bielorrusia y cerró el paso fronterizo hasta nuevo aviso, utilizando como pretexto el ejercicio militar Zapad, planificado desde hace tiempo y que involucra a fuerzas rusas y bielorrusas. Al mismo tiempo, unos 30.000 soldados de la OTAN —incluyendo efectivos de EE.UU., Canadá y Polonia— participan en Iron Defender-25, que incluye ejercicios terrestres, aéreos y navales a lo largo del territorio polaco durante todo el mes de septiembre. Alemania, Francia y la República Checa han anunciado el despliegue de más equipo militar a Polonia desde la semana pasada. En la vecina Lituania, el ejército alemán coordina el ejercicio “Gran Águila 25”, mientras que las maniobras navales de la OTAN en el mar Báltico continúan en curso.
Según un informe de The Guardian, que tuvo acceso al principal campo de entrenamiento en Bielorrusia, en el ejercicio participaron solo 1.000 soldados rusos y 7.000 bielorrusos. Esta cifra es una fracción de las fuerzas de la OTAN desplegadas agresivamente a lo largo del frente de la alianza con Rusia, desde Noruega y Finlandia en el Ártico hasta Bulgaria y Turquía en el mar Negro.
Incluso teniendo en cuenta otras zonas de operación de los ejercicios Zapad, incluidos sitios militares en Rusia y maniobras en el mar Báltico y el mar de Barents, se espera que participen como máximo 30.000 efectivos. Esto subraya que las capacidades militares de Rusia están en gran medida consumidas por su reaccionaria invasión de Ucrania lanzada por el presidente Vladimir Putin en 2022.
Sin embargo, la propaganda sobre un inminente ataque ruso al territorio de la OTAN y el supuesto plan “agresivo” de Putin para dominar Europa es esencial para las élites gobernantes, ya que buscan destruir lo que queda del gasto público y los programas sociales para financiar su desenfrenada carrera armamentista. Alemania, Francia, el Reino Unido y las pequeñas potencias europeas están completamente comprometidas a equiparse para asegurar su parte del botín en una tercera guerra mundial que se expande rápidamente. El ministro de exteriores alemán Johann Wadephul, en una entrevista con la emisora pública ZDF, subrayó la intención agresiva de Berlín tras los últimos incidentes con drones, afirmando: “Rusia debe saber que siempre responderemos. Ya no nos dejaremos presionar militarmente, desplegaremos nuestras fuerzas y las fuerzas económicas y políticas del mundo libre son fuertes”.
El impulso de los imperialistas europeos para explotar los incidentes con drones en Polonia y Rumania, así como el ejercicio militar Zapad, con el objetivo de intensificar la guerra con Rusia, ha puesto de manifiesto la profundización del cisma entre los antiguos aliados transatlánticos. El presidente estadounidense Donald Trump sostuvo conversaciones con Putin en Alaska el mes pasado con la intención de asegurar un acuerdo con Moscú a expensas de Europa, proporcionando a los intereses empresariales estadounidenses acceso a materias primas rusas y contrarrestando una creciente alianza Rusia-China como preparación para la guerra con Beijing. Trump fue mucho más desdeñoso respecto a la incursión de drones en Polonia que sus homólogos europeos, y declaró el jueves que podría haber sido “un error”. El informe de The Guardian sobre Zapad también señaló que dos funcionarios militares estadounidenses fueron invitados de honor en el ejercicio el lunes, donde se reunieron y estrecharon la mano del ministro de Defensa de Bielorrusia, Viktor Krenin.
Durante el fin de semana, Trump publicó una “carta a los miembros de la OTAN” en la que afirmaba estar “listo para imponer sanciones importantes a Rusia”, pero solo si los miembros de la OTAN suspenden todas las compras de petróleo ruso —una exigencia dirigida, sobre todo, a Turquía, Hungría y Eslovaquia. Su mensaje siguió a una visita de dos días a Bruselas del secretario de Energía de EE.UU., Chris Wright, para negociar los términos del compromiso de las potencias europeas de comprar petróleo, gas natural y energía nuclear estadounidense por un valor de 750.000 millones de dólares en los próximos tres años.
El aspirante a dictador exigió en su declaración que las potencias imperialistas europeas apoyaran los preparativos de Washington para un conflicto militar total con China, adoptando aranceles del 50 al 100 por ciento sobre Beijing en represalia por sus grandes compras de petróleo ruso a bajo precio. En condiciones en las que Trump ya ha impuesto un arancel del 15 por ciento a todas las importaciones europeas a EE.UU., la industria europea —altamente dependiente del comercio con China para obtener componentes y materias primas— no podría acatar su propuesta sin suicidarse económicamente.
Estos acontecimientos ponen al descubierto la quiebra total de la relación transatlántica que existía durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. En medio de la renovada lucha por redividir los mercados, materias primas y mano de obra del mundo entre las principales potencias, los antiguos socios imperialistas de Estados Unidos y Europa no solo ponen su mirada en Rusia y China, sino los unos en los otros. Como explicó el World Socialist Web Site tras la cumbre en Alaska del mes pasado:
Sea cual sea el desarrollo de la situación, deben destacarse ciertas cuestiones fundamentales. Primero, el giro de Trump sobre Ucrania no constituye una “política de paz”. Su apoyo al genocidio en Gaza y el bombardeo de Irán lo dejan claro. Las divisiones dentro de la clase dominante estadounidense giran en torno a cuestiones tácticas relacionadas con un proyecto compartido de dominación global.
Segundo, la maniobra de Trump tiene lugar en el marco de una guerra global en escalada y de conflictos cada vez más intensos entre Estados Unidos y las potencias imperialistas europeas. Los costos de este conflicto serán impuestos mediante un ataque masivo a la clase trabajadora.
Todos los gobiernos principales de Europa están plenamente comprometidos con imponer este ataque a la clase trabajadora, lo que requiere la eliminación de los servicios públicos restantes, los programas sociales y los derechos laborales que la élite gobernante concedió a la clase trabajadora tras la Segunda Guerra Mundial. Para reunir los fondos necesarios para reducir su dependencia militar continua de EE.UU., los imperialistas europeos deben recurrir a los mismos métodos dictatoriales que Trump está imponiendo en Estados Unidos.
La oposición a la guerra mundial en rápida escalada y al giro hacia la dictadura solo puede ser dirigida por la clase trabajadora internacional. Los trabajadores que entran en lucha para defender sus empleos y niveles de vida deben establecer su independencia política y organizativa respecto a los partidos establecidos y las burocracias sindicales, todos los cuales respaldan el militarismo y la guerra. Esto requiere la construcción de comités de base en cada lugar de trabajo para coordinar la lucha contra la austeridad y la guerra, y un programa socialista e internacionalista para acabar con el sistema capitalista de lucro—la causa fundamental de la guerra imperialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de septiembre de 2025)