El miércoles, aviones de combate polacos y holandeses derribaron un grupo de drones que supuestamente volaban sobre territorio polaco. Es el primer caso conocido de un miembro de la OTAN disparando directamente contra activos militares rusos.
“Esta situación nos acerca más a un conflicto abierto que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial”, dijo ayer el primer ministro Donald Tusk al Parlamento polaco. Su Gobierno ha solicitado consultas en virtud del artículo 4 del Tratado de la OTAN.
El artículo 4 obliga a los miembros de la OTAN a discutir medidas de defensa conjuntas si un Estado miembro siente que su seguridad está amenazada. Solo se ha invocado siete veces en los 76 años de historia de la alianza militar. Es el precursor del artículo 5, que obliga a los países de la OTAN a prestarse asistencia mutua en caso de guerra.
Si Tusk y sus colegas de la OTAN están convencidos de que un conflicto abierto con Rusia, la segunda potencia nuclear más grande del mundo, es inminente, ¿por qué no están tomando todas las precauciones políticas y diplomáticas para evitar tal catástrofe?
Incluso durante la crisis de los misiles en Cuba de 1962, cuando el mundo estaba más cerca que nunca a un enfrentamiento nuclear, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, asumió enormes riesgos. Pero finalmente prevaleció sobre los halcones militaristas en su propio ejército y logró una solución diplomática.
Hoy en día, no hay una sola voz de moderación entre los principales representantes de la OTAN. Tan pronto como se informó que aviones de combate polacos y holandeses y misiles Patriot alemanes, con el apoyo de aviones de vigilancia AWACS italianos, habían derribado drones en el espacio aéreo polaco, comenzaron a competir en cuál potencia asumía la retórica más belicista.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, acusó a Rusia de violar el espacio aéreo polaco y dijo: “Ya sea intencional o no, es absolutamente imprudente, es absolutamente peligroso”. La representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE) y ex primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, afirmó que todo apuntaba a que “la violación más grave del espacio aéreo europeo por parte de Rusia desde el inicio de la guerra fue intencional y no accidental”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, condenó a Rusia en un discurso ante el Parlamento Europeo sobre la “violación imprudente y sin precedentes del espacio aéreo polaco”. Prometió €6 mil millones a Ucrania de los intereses sobre los activos rusos congelados para la producción de sus propios drones.
El primer ministro británico, Keir Starmer, condenó “la violación atroz y sin precedentes del espacio aéreo polaco y de la OTAN por parte de drones rusos” como algo “profundamente preocupante” y un “paso extremadamente imprudente”. Aseguró a Tusk el apoyo británico.
El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, afirmó en el Bundestag [Parlamento] que más de 19 drones habían “obviamente sido enviados en su camino desde territorio bielorruso”. No había “ninguna razón para sospechar que se trataba de errores de corrección de rumbo”. Los drones “obviamente se habían puesto deliberadamente en este curso”. Acusó a las fuerzas armadas rusas de constantes amenazas y provocaciones y prometió enviar un mensaje en las consultas de la OTAN.
Las circunstancias del incidente no se han esclarecido. No se conoce ni el número ni el origen de los drones. Si bien Tusk habló de 19 drones que ingresaron al espacio aéreo polaco, se informó que solo tres o cuatro fueron derribados. Incluso el presidente polaco Karol Nawrocki, un derechista de línea dura, tuvo que admitir que no esperaba tener información completa sobre los acontecimientos durante otras 48 horas.
El Ministerio de Defensa ruso negó cualquier intención de atacar objetivos en Polonia y dijo que estaba listo para consultar con el Ministerio de Defensa polaco sobre el asunto. En el pasado, los drones de la guerra en Ucrania se han desviado hacia Polonia sin que la OTAN acusara a Rusia de ninguna intención.
Pavel Muravyeika, viceministro de Defensa de Bielorrusia, que limita con Polonia, dijo que los drones habían entrado accidentalmente en el espacio aéreo polaco porque su sistema de navegación había sido interrumpido. La propia Bielorrusia derribó drones sobre su territorio porque habían perdido el rumbo. La interrupción de las señales de GPS es un arma generalizada en la guerra en Ucrania.
Pero incluso si todo lo que afirma la OTAN fuera cierto, algunos drones no representan una amenaza militar grave para la alianza militar. Más bien, las circunstancias sugieren que las potencias europeas de la OTAN prepararon y organizaron parcialmente la acción para justificar nuevas medidas militares contra Rusia y demostrar su capacidad para llevarlas a cabo por su cuenta.
Desde que el presidente estadounidense Trump se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin en Alaska, las potencias europeas han estado esperando tal oportunidad. Llegaron a la conclusión de la cumbre de Alaska de que ya no se puede confiar en Estados Unidos y están tomando medidas cada vez más agresivas contra Rusia. Han aumentado enormemente su apoyo financiero y militar a Ucrania, están alentando al presidente Zelenski a atacar objetivos en el interior de Rusia y planean enviar sus propias tropas a Ucrania.
Al hacerlo, se acercan cada vez más a una catástrofe que amenaza la supervivencia de la humanidad. Esta locura sigue un patrón internacional. Las crisis políticas y la violencia están aumentando en todas partes. La democracia, la seguridad social, los derechos humanos y el derecho internacional están siendo pisoteados.
En los Estados Unidos, el presidente Trump acaba de cambiar el nombre del Departamento de Defensa por el de Departamento de Guerra, y para variar, no estaba mintiendo. Con el fin de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, es decir, para defender las ganancias de los oligarcas estadounidenses, está cubriendo todo el mundo con aranceles punitivos y amenazas de guerra. A nivel nacional, está estableciendo una dictadura autoritaria: la Gestapo del ICE persigue a los migrantes, y la Guardia Nacional y los militares son enviados a las grandes ciudades para reprimir el “malestar social”, es decir, huelgas, protestas y cualquier forma de resistencia social y política.
El régimen sionista de Israel desprecia todas las normas legales y morales, destruye la Franja de Gaza con sus 2 millones de habitantes, ataca a Qatar con impunidad y es apoyado en esto por los Estados Unidos y la Unión Europea. Cualquiera que proteste contra esto es perseguido y arrestado como un presunto “antisemita”.
Europa está siguiendo el mismo camino que Estados Unidos. La reasignación de cientos de miles de millones al rearme y la guerra, el pago de deudas explosivas y la riqueza de unos pocos son incompatibles con la igualdad social y la democracia. Con la misma crueldad con la que las potencias europeas están intensificando la guerra contra Rusia, están tomando medidas enérgicas contra su propia clase trabajadora. La guerra y la guerra de clases son dos caras de la misma moneda.
En el programa fundacional de la Cuarta Internacional, León Trotsky escribió en 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial:
Bajo la creciente presión del ocaso capitalista, los antagonismos imperialistas han alcanzado el límite más allá del cual los conflictos y explosiones sangrientas (Etiopía, España, Extremo Oriente, Europa central...) han de convertirse infaliblemente en un incendio mundial. La burguesía, por supuesto, es consciente del peligro mortal que representa para su dominio una nueva guerra. Pero esa clase ahora es inconmensurablemente menos capaz de evitar la guerra que en la víspera de 1914.
La crisis del capitalismo y los antagonismos imperialistas han vuelto a alcanzar el mismo límite hoy. Esta es la razón de la escalada de la guerra contra Rusia. No hay apoyo para esto entre las amplias masas de la población, y la resistencia está creciendo entre la clase trabajadora contra los despidos, los recortes salariales, los recortes del gasto social y la dictadura.
Esta oposición explosiva debe liberarse de la influencia de los sindicatos y de todos los partidos, de derecha y supuestamente de “izquierda”, que defienden el capitalismo. Solo un movimiento independiente de la clase obrera internacional, que luche por el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de una sociedad socialista, puede detener el descenso a la guerra, la dictadura y la pobreza.
Los Partidos Socialistas por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional luchan por esta perspectiva.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de septiembre de 2025)