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Cumbre Unión Europea-China: fuertes tensiones entre Beijing y Bruselas

Durante mucho tiempo se esperó que la agresiva política de guerra comercial de Estados Unidos acercara a los países industrializados y regiones del mundo. Sin embargo, la cumbre del jueves entre China y la Unión Europea (UE) apunta en la dirección opuesta. Las tensiones entre Beijing y Bruselas no habían sido tan altas en años.

Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tercera desde la derecha, al presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, segundo desde la derecha, y a la alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidenta de la Comisión Europea, Kaja Kallas, derecha, al inicio de la reunión en el Gran Salón del Pueblo durante la Cumbre Unión Europea-China en Pekín, China, jueves, 24 de julio de 2025. [AP Photo/Andres Martinez Casares]

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien acusa constantemente a Estados Unidos de perjudicar a todas las partes con sus tarifas arancelarias, amenazó a China con sanciones comerciales similares a las de Trump. Advirtió que las relaciones entre China y la UE se encuentran en un “punto de inflexión”. La relación comercial era “profundamente desequilibrada”, dijo, y añadió que era “esencial” reequilibrar las relaciones bilaterales. Si China continúa expandiéndose en los mercados mundiales con capacidad de producción subsidiada por el Estado, será “muy difícil que la UE mantenga su actual nivel de apertura”.

La amenaza de von der Leyen de aplicar medidas de guerra comercial contra China demuestra que la imposición de aranceles no es una manía personal del expresidente estadounidense Donald Trump, sino una reacción ante la crisis mundial del sistema capitalista. Como en las vísperas de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la lucha por recursos, mercados y ganancias ya no se libra mediante la competencia pacífica, sino a través de la coerción, el chantaje y la fuerza militar.

La cumbre, la número 25 de este tipo, tenía como objetivo celebrar el 50 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la UE y China. Estas relaciones nunca han estado libres de tensiones. Ha habido disputas sobre el acceso de inversiones y productos europeos al mercado chino, la protección de derechos de autor y patentes, precios dumping y subsidios, entre muchos otros temas. La UE también ha explotado la situación de las minorías étnicas en el Tíbet y Xinjiang para presionar a China.

No obstante, las relaciones económicas se han desarrollado enormemente. En 2024, el comercio de bienes y servicios entre la UE y China superó los 845.000 millones de euros, lo que representa cerca del 30 por ciento del comercio mundial. La UE es el socio comercial más importante de China, y China es el segundo más importante para la UE.

Las exportaciones chinas superan a las importaciones en más del doble. En 2024, la UE registró un déficit comercial con China de más de €300.000 millones. Esta brecha se está ampliando, especialmente desde que China ya no solo funciona como una plataforma de bajos salarios y mercado de consumo para las corporaciones europeas, sino que se ha convertido en líder mundial en tecnologías como los automóviles eléctricos, las tierras raras y, cada vez más, la inteligencia artificial.

En 2020, Volkswagen todavía era el fabricante líder de automóviles en China, con una cuota de mercado del 19 por ciento, pero esta cuota se ha reducido al 12 por ciento. Las marcas chinas, en cambio, han aumentado su participación del 36 al 69 por ciento en los últimos cinco años. Esto se debe principalmente a la producción de automóviles eléctricos baratos y de alta calidad.

El verano pasado, la UE impuso recargos adicionales del 17 al 35 por ciento sobre los automóviles chinos, además del arancel básico del 10 por ciento, para evitar que conquistaran también el mercado europeo. China mantiene prácticamente un monopolio global sobre las tierras raras, insumos indispensables para muchas tecnologías modernas.

La UE está reaccionando con extrema agresividad ante el ascenso económico de China. Al mismo tiempo, trata de no cortar completamente los vínculos económicos. Junto con las amenazantes tarifas punitivas provenientes de Estados Unidos, el mayor socio comercial de la UE, ello tendría consecuencias económicas devastadoras.

Por su parte, la dirección china ha enfatizado su interés en continuar con la cooperación económica, pero no está dispuesta a ceder ante el chantaje europeo. Durante una reunión con líderes de la UE, el presidente Xi Jinping declaró que no existían conflictos fundamentales de intereses ni contradicciones geopolíticas entre China y la UE. Expresó su esperanza de que el mercado europeo permanezca abierto y que la parte europea “se abstenga de utilizar instrumentos económicos y comerciales restrictivos”.

Beijing también teme que la UE pueda comprar un acuerdo en el conflicto arancelario con Estados Unidos adoptando una postura más dura contra China. La UE ya está ejerciendo una presión política y militar creciente sobre China.

La acusación de que China está apoyando a Rusia en su guerra contra Ucrania mediante la compra de su petróleo y el suministro de componentes de doble uso —es decir, componentes que también pueden utilizarse para la producción de armas— fue un tema recurrente durante toda la cumbre. La UE instó a China a no proporcionar apoyo material a la base militar-industrial rusa y a usar su influencia para poner fin a la guerra.

El día anterior a la cumbre en Beijing, representantes de la UE asistieron a una cumbre UE-Japón en Tokio, donde acordaron una cooperación más estrecha en la industria armamentística y en la reducción de dependencias estratégicas en el ámbito de materias primas críticas. Ambas decisiones están dirigidas contra China. Japón participa activamente en los preparativos de guerra de Estados Unidos contra China, que también cuentan con el respaldo de la OTAN.

La cumbre UE-China terminó, en consecuencia, sin ningún resultado tangible. Originalmente programada para durar dos días, se había reducido previamente a solo uno. No hubo declaración final conjunta. Lo único que se acordó fue un mecanismo de consulta en caso de retrasos en la entrega de materias primas críticas y un compromiso no vinculante en torno a la protección climática.

Las guerras comerciales y las guerras reales se libran sobre las espaldas de la clase trabajadora, que debe cargar con los costos en forma de desempleo, recortes al gasto social y ser utilizada como carne de cañón. No debe permitir que la dividan ni que la subordinen al servicio de campañas nacionalistas. Debe unirse internacionalmente y luchar por el derrocamiento del capitalismo. Solo así se podrán poner los enormes avances tecnológicos al servicio del progreso social, en lugar de ser convertidos en instrumentos de destrucción.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de julio de 2025)

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